8/11/17

IR PARA VOLVER


Falta humildad. Falta perspectiva. Falta el fantasma de las Navidades futuras. Falta recordar que, como dice Miguel de Mañara en su “Discurso de la verdad”, no sólo somos polvo y en polvo nos convertiremos sino que todo se acaba porque hoy faltamos a los ojos de las gentes y mañana somos borrados de los corazones de los hombres. Me refiero al mundo del espectáculo. ¿Quién se acuerda del revuelo mundial que provocó el final de “Perdidos”, del cataclismo local que produjo el último capítulo de “Los Serrano” o de la conmoción ante la muerte-no muerte de Tony Soprano? Muchos estarán pendientes de la despedida de “Juego de tronos”, pero poco después la serie sólo será una calavera más entre los miles de calaveras que sirven para rellenar las programaciones. Ahora todos seguimos con atención los acontecimientos de Cataluña, un espectáculo indistinguible de las peripecias de los pasajeros del vuelo 815 de Oceanic Airlines en una isla perdida o de los problemas de un tipo de Jersey que dice dedicarse a la gestión de residuos; pero cuando todo termine, el espectáculo continuará de otra manera y nadie se acordará de los personajes que un día nos mantuvieron pegados al televisor. La ficción catalana morirá en vivo y en directo porque, como Truman Burbank en la película “El show de Truman”, nació en vivo y en directo.

El final de “El show de Truman” debería enseñar humildad, ofrecer perspectiva, funcionar como el fantasma de las Navidades futuras y recordar a personajes como Puigdemont y Junqueras que cuando desaparezcan del mundo del espectáculo serán borrados de los corazones de los hombres. Cuando Truman hace una reverencia y sale por la puerta que lleva al mundo real, todos están pendientes de él; pero cuando el show de Truman termina porque se ha quedado sin protagonista, la audiencia se limita a buscar otro programa que sustituya en su corazón al protagonizado por Truman. Creo que el espectáculo televisivo en el que se ha convertido el desafío catalán no es más que un show de Truman lleno de personajes que creen que hay una puerta que les conduce a la felicidad, la libertad y la prosperidad y que saben que sus decisiones permiten que el espectáculo no decaiga, pero han olvidado las implacables leyes de la televisión y ni siquiera sospechan algo que sabía Truman: hay cosas que están tan lejos que, si vas un poco más allá, ya vuelves.

Buenos días y, por si no nos volvemos a ver, buenas tardes, buenas noches y que duermas bien.

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