Letra pequeña nada más nacer.
Aceptar, clic. Ya está. Deberíamos incluir este procedimiento en las salas de
maternidad hospitalarias.
Solo hay que ajustar algún detalle.
Cuando se compruebe el reflejo prensil en los bebés, habrá que verificar que
efectúan un movimiento de agarre al tocarles las palmas de las manos o las
plantas de los pies con un objeto, pero no con uno cualquiera. Habrá que
hacerlo con un ratón de ordenador. La pantalla mostrará un documento legal, el
recién nacido contraerá unos músculos, el recuadro de aceptar se iluminará un
instante, y ya tenemos con nosotros otro ciudadano que sin comerlo ni beberlo
ha dado su consentimiento informado para ser grabado, vigilado y controlado
durante toda su vida haga lo que haga y vaya donde vaya. Como nos pasa a todos.
Anteayer esto hubiera sido
impensable. No había teléfonos inteligentes ni big data. Y decían que Internet serviría para compartir
información, no para contarnos la vida. Llevábamos una existencia relativamente
anónima y aún creíamos que nuestras cosas eran asunto nuestro. Así que cuando
nos dijeron que Telecinco iba a estrenar un programa en el que encerraban a
unas personas en una casa para saber qué estaban haciendo a cada instante
aquello nos parecía la bomba de la sofisticación tecnológica y la
hipervigilancia. Hoy da risa. ¿Quieres hipervigilancia? Déjate de “Gran
hermano”, sal de casa con tu móvil y úsalo lo normal. Clic, clic, clic. Suficiente.
Estás siendo mucho más vigilado que los panolis de Telecinco. Y con tu
consentimiento informado. Como el bebé en neonatología.
Así que me alegro de que el Tribunal
Supremo revocara la condena impuesta a Antena 3 de pagar una indemnización de
92.000 euros por usar cámara oculta en un programa hace 7 años. Vulneración del
derecho a la intimidad, la propia imagen y esas pamplinas que había antes, pero
al menos sirvió para denunciar las prácticas pseudomédicas de un “experto en
coaching” que se atribuía poderes curativos y se lucraba con ello. Lo que
viene siendo un curandero timador de los de siempre. Pues venga, hipervigilancia
en vena.
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