Qué grandes son en “Sálvame”. Qué
nivel de perfección están alcanzando en la degradación moral del ser humano, en
el desprecio de la dignidad personal, en su humillación como una de las bellas
artes. Cualquiera que crea que el hombre no puede ser utilizado como un
instrumento, como una herramienta de usar y tirar al servicio de un negocio,
consideraría que su última innovación televisiva es un retroceso para nuestra
civilización, un paso más hacia la barbarie. Pero quien examine con los ojos
neutros y meticulosos de un entomólogo el género televisivo que “Sálvame” ha
ido perfeccionando con el paso de los años, debe reconocer que ha alcanzado
unos niveles de eficacia y perfección exquisita similares a los de una mantis
religiosa cuando se alimenta.
Jugar a los despidos es un
recurso empresarial tan viejo como el examen sorpresa en los centros
educativos. Será cruel o inmoral, pero funciona, qué narices. Hace que la gente
se espabile y no se duerma en los laureles. La genialidad —y el cuajo— de
“Sálvame” está en hacer espectáculo del despido mismo y retransmitir el proceso
en directo.
Anteayer por la tarde, Lydia
Lozano y Terelu Campos se enteraron en directo de que en las últimas
reuniones de jefazos se puso sobre el tapete su despido. Inmediatamente comenzó
el espectáculo, así que el truco funcionó a las mil maravillas. Hay que ver qué
tarde tan animada ofrecieron las dos señoras a quienes ven estas cosas porque
tienen un estómago capaz de soportarlas y que tienen un estómago capaz de
soportarlas porque las ven. Había que ponerse las pilas ya y se las pusieron,
pero ofrecieron dos actitudes diferentes. Lozano llorando a moco tendido.
Campos enfadada, pero más contenida. Saben que si aciertan en su reacción y logran
que la cosa se ponga interesante, pueden prolongar la situación el tiempo
suficiente como para que otro contenido, otra trifulca, otra polémica, pase a
ser la noticia del día y haga olvidar su despido y la fría nada que les espera
después. Lo que decimos tantas veces: hay que ver lo que hay que trabajar para
poder vivir sin trabajar.
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