Los diputados constitucionalistas del parlamento catalán denunciaban que se les pedía un pronunciamiento sobre un proyecto de ley que se les acababa de entregar, sin que hubieran tenido tiempo para estudiarlo. La escena se estaba viendo en directo por La Sexta, como parte del informativo perpetuo en que convirtió su programación durante el miércoles. Y los tertulianos presentes opinaban sobre esa petición de tiempo sin que a su vez ellos mismos hubieran tenido ni un solo minuto para reflexionar sobre lo que estaba ocurriendo. Si es razonable que el reglamento de la Cámara obligue a que los documentos obren en poder de los diputados con cuarenta y ocho horas de antelación antes de la celebración del pleno, ¿no debería existir un reglamento de las tertulias televisivas que prohíba a los contertulios opinar sobre hechos que hayan sucedido hace menos de cuarenta y ocho minutos?
Los bertsolaris vascos -y los repentistas cubanos, y los payadores argentinos…- son unos prodigiosos maestros del lenguaje y la retórica, capaces de improvisar sobre la marcha décimas o redondilas, compitiendo entre ellos en ingenio y rapidez. Sin darnos cuenta, el periodismo en tiempo real, para cubrir sus tiempos muertos, ha empezado a apoyarse en tertulianos bertsolaris, periodistas repentistas más técnicos que pensadores, más mecánicos que humanos, con una sorprendente capacidad para meterse en la boca más de lo que pueden masticar. La inmediatez convierte al periodismo en un arte de la reacción más que en un arte de la interpretación y la reflexión, y, como tal, la reacción siempre se mueve en un terreno vecino de la banalidad. Que sustituyan a Chani Pérez Henares por un payador argentino. Puestos a no ir más allá de la reacción de asco que todos sentimos al oír a la diputada de ERC Ester Capella comparar la rebelión mínimoburguesa de Junts pel Sí con las luchas de Mandela o Luther King, mejor que al menos el comentarista bertsolari nos narre esa náusea rimando una bellísima décima.
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