I. En la escena más devastadora de “Mad men” Don Draper -agente publicitario que lleva una atormentada vida de ficción y alcohol en los EE.UU. de los años 60- aprieta el botón del ascensor en el rascacielos donde trabaja. Las puertas se abren. Pero el ascensor no está ahí. Don se asoma extrañado al hueco y se estremece ante la visión de los cables, la caída libre, los engranajes que están detrás de un objeto que usa a diario sin reparar en él. Lo que para otro sería un suceso banal se convierte para él en una revelación transformadora que conecta con la vida que está llevando. Retrocede unos pasos claramente aturdido por la epifanía.
II. El infantilismo podría definirse como una visión del mundo en donde los fenómenos humanos -las guerras, los Estados, las estructuras familiares- no tienen causas, o éstas son meramente voluntaristas. Sin embargo, todo tiene un fundamento material, engranajes que suelen quedar ocultos y son responsables de que los mecanismos funcionen. Cuando el sistema fluye podemos ignorar su existencia y fantasear con que las cosas operan porque sí, pero cuando se estropea hay que desatornillar la caja y la parte de atrás del frigorífico se nos revela en todo su prosaísmo.
III. El estupor de la mitad de la población catalana ante los durísimos sucesos de estos días me ha hecho revisar varias veces esta escena de “Mad men”. Ellos pensaban que los Estados -las estafetas de Correos, las delegaciones de Hacienda, los Institutos de Enseñanza Secundaria- eran entidades políticas autosustentadas sobre un colchón de sentimientos que flotan en medio de la armonía universal gracias a la cultura -ese vademécum de eslóganes de no más de diez palabras-. Y se han llevado la sorpresa de su vida al asomarse al hueco del ascensor y descubrir que detrás de todas las estructuras políticas hay manejo de cuentas, fuerzas armadas, centros penitenciarios. No salen de su asombro.
IV. Don Draper, mucho más maduro que ellos, corrió a tomarse un whisky para asimilar lo sucedido. Oriol Junquera, mucho más infantil que el socio de Sterling Cooper Draper Pryce, reaccionó indignándose y exigiendo que la realidad -esa cosa que está ahí fuera- vuelva a estar regida por sus deseos.
1 comentario:
Hola, Antonio. No creo que Oriol Junqueras haya sido infantil, en el sentido que expones: si se indigna no es porque quiera que la realidad se rija por sus deseos, simplemente se indigna porque cree —con razón— que "las estafetas de Correos, las delegaciones de Hacienda, los Institutos de Enseñanza Secundaria" deberían ser entidades políticas de las que ellos tendrían que ser los responsables y no otros...
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