16/9/17

HUMORISMO CRÓNICO


Así como todas las guías médicas coinciden en señalar el consumo de alcohol a primera hora de la mañana como un indicador del riesgo de padecer alcoholismo, deberíamos empezar a valorar el consumo de humor desde primera hora de la mañana como un factor de riesgo vinculado al sufrimiento de humorismo. Eso, además de ayudar a mejorar el diagnóstico de esta enfermedad, permitiría que de una vez por todas este trastorno se reconociera como tal: los que disfrutamos permanentemente de la ironía, los que entendemos que no sólo se puede sino que además se debe tratar todos los temas con sarcasmo y cinismo, los que encontramos en la sátira una crítica ejercida habitualmente mejor que la que aparece recitada en las columnas de opinión, no somos viciosos ni maleantes; somos enfermos incomprendidos que reclamamos que la sociedad se haga cargo de que no se nos puede culpar por nuestro trastorno.

Desde esta semana el imperio mediático de “Mongolia” posee una sección fija en “Al rojo vivo” alrededor de las once de la mañana. Mientras que la mayoría de la población reaccionará a esta novedad con un gesto de rechazo –“¿humor a las once de la mañana? No, gracias, es demasiado temprano para mí, yo no me empiezo a reír hasta ‘El intermedio’”-, a los que padecemos humorismo crónico nos parecerá una ocasión magnífica para meternos el primer pelotazo del día y continuar empalmando risas hirientes y sanadoras hasta la noche. Intentamos sobrellevar nuestro trastorno con entereza, y, viendo las caras de la gente que nos rodea, no estamos seguros de que las ventajas de nuestra enfermedad mental no superen a sus inconvenientes. Sabemos, -porque nos lo han contado otros humoristas crónicos como nosotros-, que cuando la realidad se desquicia, la enajenación -esa enajenación primaria, surrealista, irregular, desatada y brillante que practican Edu Galán y Darío Adanti- puede ser la única salida razonable. Incluso desde las once de la mañana y acompañada de un gintonic.

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