24/8/17

CALLAR CINCUENTA Y CINCO MINUTOS

(La columna de hoy carece de imagen intencionadamente.
No he querido usar una imagen del atentado en Barcelona
y me ha parecido frívolo colocar un retrato de Mozart.
Ruego que, aun así, se lea con igual interés)

Pocas maldiciones son más espantosas que estar obligado a hablar cuando no hay nada que decir. Cuando sería intolerable continuar con la programación televisiva normal, pero hay que seguir manteniendo su ritmo y agilidad. Cuando todo de lo que hay que informar se cuenta en un minuto, o en dos, o en veinte, pero hace falta rellenar con ese material una hora, o dos, o veinte. Cuando la minuciosidad de la información -prematura, confusa, ruidosa- obedece más al horror vacui del informativo que a la necesidad de que el ciudadano esté informado de la evolución de cada uno de los heridos o del menor detalle de la última operación policial.

No se puede no estar hablando de un tema del que no hay nada que decir, tal es la irresoluble paradoja a la que se enfrenta la Sexta. Es obligado que los tertulianos comenten una identidad del conductor de la furgoneta que se desmentirá dos horas más tarde. Es obligado opinar -y opinar sin parar durante horas- sin la reflexión que distingue al conocimiento de la retórica en piloto automático. No hay prueba más imposible de superar para los informativos de una cadena que gestionar un suceso como el atentado de Barcelona, no por la carencia de contenidos en sí, sino por la carencia de contenidos en relación al tiempo que obligatoriamente exige.

La brevedad no impide la intensidad del horror, incluso la agudiza. Mozart dedicó buena parte de 1791 a escribir su propio réquiem, finalmente inconcluso. Aunque depende del director, su interpretación viene a durar cincuenta y cinco minutos de reconocimiento y sobrecogimiento ante la muerte, en uno de los mayores logros artísticos de la historia universal. Cuando no se puede seguir adelante, y el horror sólo da de sí para llenar cinco minutos de cada hora, podemos callar y ocupar los cincuenta y cinco restantes con el Réquiem en Re menor de Mozart. Sería una muestra de información rigurosa y hondo respeto. Y repetirlo tantas veces como se han repetido bloques de cincuenta y cinco minutos de tópicos vanos a lo largo de esta semana.

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