Silvia Jato tiene que dejar de ser la suplente veraniega de “La
mañana” de La 1. La actual titular, María
Casado, llega, hace correctamente su trabajo y se marcha. Un desperdicio.
Con la de mañanas de gloria que nos brindó Mariló
Montero hasta que dejó el programa para reencontrarse consigo misma, su
propio ser o algo así. Pero ahora que Casado está de vacaciones, Jato aprovecha
para apuntar maneras. No es Mariló y nunca lo será, aunque si se lo curra un
poco más puede devolvernos la ilusión de ver de lo que es capaz un ser humano con
una cámara y un micrófono. Sobre todo un micrófono.
Jato metió la pata la semana
pasada tratando a una entrevistada musulmana con esa condescendencia propia del
colonialismo. Quien aspire a ocupar el puesto de Mariló debe ser capaz de
reavivar un incendio al intentar apagarlo, así que días después volvió a
meterse en el jardín a mejorar el estropicio.
Paternalista, improvisó un curioso análisis sobre el Daesh: lo que quieren
es “que los cristianos nos enfrentemos a
los musulmanes”. ¿De verdad podemos seguir como si nada los ateos,
agnósticos o pastafaris porque esto no va con nosotros? Flipo. Después aplicó
la misma doctrina a las redes sociales críticas con su metedura de
pata del otro día: “Quieren crear un
conflicto entre los musulmanes y los cristianos”. ¡Las redes con el Daesh! Reflipo.
Habló otra vez de la integración de los jóvenes de “segunda generación”, sin enterarse de que es una expresión
discriminatoria en sí misma. Y volvió a ponerse ‘happy flower’ proclamando su solidaridad “con el pueblo musulmán”. Algo poco solidario porque los musulmanes
profesarán una misma religión pero no forman un pueblo (mira el DRAE, Jato).
Por eso la chica musulmana del otro día intentaba decir, pero no la dejaste
hablar, que no forma un pueblo aparte, que es tan española como cualquier español. Cosas de la igualdad de un
Estado que no está formado por cristianos viejos y musulmanes de segunda
generación, sino por ciudadanos iguales donde nadie tiene por qué ponerse
protector y paternal con nadie.