“¡Qué tarde de mierda!”, dijo Mila
Ximénez el otro día en “Sálvame”. Es algo que no debería ser noticia. “Sálvame”
es un programa de tarde que convierte cualquier tarde en una tarde de mierda. Lo
evidente nunca es noticia. Cualquiera que se pase las tardes de tertuliano,
presentador o director en “Sálvame”, trabajando con una cámara en el plató,
gestionando los aplausos del público, sobreimpresionando cartelitos con lo que
último que se acaba de decir, ecualizando el sonido, ajustando la iluminación,
atendiendo la centralita telefónica a la espera de que alguien llame al
teléfono de aludidos, o viendo el programa desde su casa habrá dicho miles de
veces lo mismo: “¡Qué tarde de mierda!”.
Solo que ahora, además, pudimos oírlo. Un micro abierto en un descuido nos hizo
ese servicio. Los riesgos del directo de los que tanto se habla esta vez fueron
para bien. Luz y taquígrafos para mostrar la verdad. “¡Qué tarde de mierda!”. Eso es lo que hay, amigos.
Estando como estamos de acuerdo
con Mila —como no puede ser de otra manera—, nos queda saber cómo llegó al
exabrupto. Puede que en el momento en que abrió la boca estuvieran concurriendo
en el programa una serie de circunstancias penosas, fallos o errores que,
sumados, llevaron a la señora a la conclusión de que el programa de esa tarde
resultaba ser una mierda. Una forma de proceder sensata que todos utilizamos
cuando nos encontramos ante una situación nueva que no conocemos y tenemos que
formar un juicio sobre ella. Pero, no me fastidien, este no es el caso. Una
emisión de “Sálvame” no es una situación nueva. Todos sabemos lo que allí hay.
No es necesario conocer con detalle lo que está ocurriendo en la emisión
concreta de un día determinado para tener un juicio cabal sobre lo que allí
está sucediendo. No hace falta saber que en el momento en que el micrófono de
Mila queda abierto, un reportero entrevista a una mujer que, de espaldas,
cuenta qué ocurre en el interior de una clínica de salud mental en la que está
ingresada la mujer de Jesulín de Ubrique.
Sin necesidad de conocer ese dato mezquino, cualquier persona de bien sabe que esa tarde de
“Sálvame” es, como todas las tardes de “Sálvame”, una tarde de mierda.
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