El maravilloso trabajo de Martin Landau en la película “Ed Wood” encarnando nada más y nada menos que a Bela Lugosi, el actor que siempre será el conde Drácula, sirvió para que los jóvenes aficionados al cine de terror se interesaran por los clásicos del género, del mismo modo que la explosión zombi que vino de la mano de “The Walking Dead” llevó a muchos de sus seguidores a bucear en el tiempo hasta dar con “La noche de los muertos vivientes”, la revolucionaria película de George A. Romero que introdujo a los zombis en el cine y en nuestras pesadillas. Martin Landau y George A. Romero han tenido la pésima idea de morirse, así que los telediarios tienen una excusa para dejar de hablar del calor que hace en verano y centrarse en lo importante, es decir, en la enorme influencia de Drácula y de los zombis en la cultura popular.
Los no-muertos y los muertos vivientes forman parte de nuestras vidas porque la literatura y el cine así lo han querido, y esos no-muertos y esos muertos vivientes nos han enseñado alguna que otra cosa acerca de la naturaleza humana que no está en los libros de biología. Asombrarse de que vampiros y zombis puedan ser de los nuestros es como asombrarse de que Colón se encontrara con hombres cuando desembarcó en lo que hoy llamamos América y preguntarse quién los llevó allí. Voltaire decía, en este sentido, que si nadie se asombra de que haya moscas en América, es una estupidez asombrarse de que haya hombres. Nadie se asombra de que haya monstruos molestos como moscas escondidos en la naturaleza humana, así que no deberíamos asombrarnos de que América esté poblada por no-hombres que insisten en no morirse y por no-hombres muertos que insisten en caminar a nuestro lado con ganas de mordernos. El general ateniense Nicias nos dijo mucho de sí mismo cuando, después de derrotar a los corintios y ya de vuelta a casa, se dio cuenta de que le faltaban dos cadáveres y ordenó que su ejército se detuviera para que un heraldo pudiera pedir permiso a los enemigos y recogerlos. Pero, ¿qué habría hecho Nicias si los cadáveres de sus dos soldados se hubieran convertido en zombis? ¿Cómo se comportaría Nicias con el heraldo que, tras ser mordido por los dos zombis, dejó de ser heraldo para pasar a ser un zombi? ¿Seguiría siendo Nicias un hombre religioso incapaz de cometer la horrible impiedad de dejar a dos compatriotas abandonados en el campo de batalla, o los zombis atenienses le obligarían a replantearse sus creencias? Es fácil ser Nicias en la guerra del Peloponeso, pero no es tan fácil ser Nicias en la guerra contra los zombis. Y todos somos Nicias.
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