Hora del Ángelus. El ángel del Señor anunció a María, y concibió por obra y gracia del Espíritu Santo. Doce del mediodía. El chupinazo desde el balcón del
ayuntamiento de Pamplona anunció a los pamploneses y pamplonesas, y comenzó el
jolgorio por obra y gracia de san Fermín.
Hermes fue el mensajero de los dioses hasta que fue sustituido por Mercurio, que fue mensajero de los
dioses hasta que fue sustituido por san
Gabriel, que fue mensajero de Dios hasta que Dios empezó a hablar cada vez
menos. Ayer, seis de julio, el chupinazo rompió al mediodía el silencio de Dios
desde el balcón del ayuntamiento de Pamplona. La Uno estaba allí para hacer de
caja de resonancia llevando el mensaje de Pamplona a España, y de España al
mundo. Esta colaboración divina tiene su precedente en Radio Nacional, que interrumpió
durante muchos años su programación para emitir el Ángelus: de una remota aldea
de Asia, hace dos mil años, a España; y de España al cielo.
“Es la hora del Ángelus”, decía cada día Radio Nacional tras las
señales horarias de las doce. Desde tiempos del abuelo Pachín hasta 1981, los españoles podíamos elegir con toda libertad
entre oír a diario esta oración de sumisión de la mujer y su aparato
reproductor a una voluntad ajena, o emigrar a Francia. A lo que hacía posible esa
emisión radiofónica, junto a lo ocurrido aquellos últimos años en España, lo
llaman ahora “el espíritu de la Transición”. Y a la libertad antes nombrada, añaden
otras hermosas palabras como “tolerancia” y “convivencia” para que no se nos
olvide la gran virtud política que supone oír, ver y callar.
Aquella Anunciación diaria de la
hora del Ángelus en la radio pública cambia ahora por una anunciación anual en
la tele pública en la que lo de menos es la grosera sustitución de san Gabriel
por un chupinazo, algo que ya de por sí traería loco a Fra Angélico y le habría hecho mandar el Renacimiento a freír
churros. Dos mujeres encendieron en Pamplona el chupinazo de una anunciación en
la que no sale ninguna esclava de ningún señor, ninguna mujer dice hágase en mí
según su voluntad, y, por si no está claro, “no” es “no”.
No hay comentarios:
Publicar un comentario