“¿De dónde has sacado tú a este hombre?”, pregunta Jordi González a su compañera Núria Marín. Son las tantas de la
mañana de la noche del domingo, y tanto el veterano presentador como su segundo
de a bordo llevan horas intentando conducir “Mad in Spain” a buen puerto. Las
travesías en Telecinco –con esa inhumana afición a los espacios de cuatro horas
en directo que van contra la Convención de Ginebra y las horas de sueño que
recomienda el doctor Estivill– son
duras. Más aun el día de un estreno precipitado sin los ensayos necesarios en
el que hay un plató repleto de comparecientes en guerra porque lo exige el
guion. Un rato antes, para que cuadraran las cosas, González tuvo que mandar sobre
la marcha intercambiar sus sitios a los discutidores semiprofesionales que
estaban “a favor” con los que estaban “en contra”. Un ejemplo revelador de cómo
organiza la tele los debates de forma que en el plató siempre haya equipos
equilibrados entre las dos posiciones enfrentadas, sean las que sean: a toque
de corneta.
Porque “Mad in Spain” es un
programa de debate. O, mejor dicho, un programa del género de entretenimiento
en el que el espectáculo podía ser cualquier cosa y coincide que es un debate.
Se trata de estar “a favor” o “en contra”. Da igual que los temas debatidos se
planteen en forma de pregunta, y no tenga sentido estar “a favor” o “en contra”
de una pregunta. Por ejemplo, al interrogante “las mujeres que hablan de sexo
¿gustan o asustan?”, el hombre por el que González pregunta a Marín está “en
contra”: llama a las mujeres que hablan de sexo “putas”, aunque luego recula y lo cambia por “guarras”. Llevaron allí al señor a dar espectáculo y él lo da. Buen
actor, González finge sorpresa y da la réplica: “No puedes ser tan burro de pensar que una mujer que habla de sexo es
una puta”. Pero no solo lo puede pensar, sino que Telecinco le pide que lo diga
en directo. Marín quiere terciar, pero la caga: “Hay que reconocer que es valiente por venir aquí y decir lo que está
diciendo”. ¿Valiente? ¿Los machistas faltones son valientes? Cristina Fallarás la pone en su sitio: “Es una barbaridad y una infamia”. Nadie
tiene que corregir a González, perro viejo que sabe atizar el fuego sin
quemarse.
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