Según el famoso mito que nos contó Platón, cuando los esclavos salen de la caverna quedan momentáneamente deslumbrados por la contemplación directa del sol. Acostumbrados a vivir en la oscuridad, viendo únicamente sombras que producen pequeñas hogueras, el efecto inicial de liberarse de las cadenas es, paradójicamente, negativo. Pero al cabo de un tiempo la mirada se acostumbra a la nueva realidad que descubre esa nueva luz; el esclavo deja de ser esclavo y puede llevar por fin una vida libre consagrada al conocimiento en el mundo de las ideas.
Se ha interpretado que el mito de la caverna es el primer acercamiento a la televisión en la historia de Occidente. Yo iría más allá: sostengo ante quien sea que Platón construyó este relato previendo que miles de años después Andreu Buenafuente abandonaría Atresmedia, ficharía por Movistar+, se libraría de los grilletes de las audiencias diarias y descubriría la auténtica realidad. En un primer momento, durante la temporada 15-16, se le vio confuso, algo desorientado, mareado. Pero durante la temporada actual que acaba de cerrar en #0, consiguió adaptarse a la libertad, olvidar las sombras y empezar a recorrer el mundo de las ideas televisivas. Concretamente, el mundo de las buenísimas ideas televisivas.
Porque el año que acaba de cerrar Buenafuente al frente de Late Motiv puede considerarse con pocas dudas la mejor temporada de un late night en nuestro país ever. Ha reclutado una plantilla de secundarios -Broncano, Berto, ¡Ortega!- que serían presentadores en cualquier otro canal. Ha conducido las entrevistas más despreocupadas, sinceras e interesantes que le recordamos. Ha creado el contexto para que otro genio como Raúl Pérez ponga a youtube varias veces al borde del colapso. Y todo gracias a haber abandonado la caverna en donde el talento televisivo se asfixia bajo la presión de las audiencias diarias. Para Platón, Andreu ya es un filósofo. Para mí, sólo es el mejor frontman de España y espero que nos ofrezca el año que viene otra temporada brillante de risas gracias a que no se preocupa especialmente del número de espectadores que se ríen.
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