Ocurre en el minuto 16 del episodio 7 de “Feud: Bette and Joan”. Joan Crawford -dios, merece la pena ver la serie en VO sólo para escuchar cómo Joan Crawford (Jessica Lange) pronuncia “Joan Crawford” cuando dice quién es al teléfono-, alcoholizada, hundida por su decadencia, venida abajo en el fallido rodaje de “Hush, hush… sweet Charlotte”, llega tambaleándose hasta la puerta de Bette Davis en mitad de la noche. Está completamente resentida contra Bette: no soporta que los años estén siendo menos crueles con su enemiga, no soporta que la crítica destaque las actuaciones de Bette más que las suyas propias, arde de celos con cada atención que el director Robert Aldrich le dedica a Bette y no a ella. Ciega de odio y de ginebra, Joan descarga una diarrea verbal, encadenando paranoias de diva acabada, reproches caóticos y desprecios. Bette Davis -dios, merece la pena ver la serie en VO sólo por escuchar cómo Bette Davis (Susan Sarandon) se dirige despectivamente a Joan Crawford por su nombre real “Lucille”- intenta calmarla, pero tras unos segundos no se queda atrás y responde con cinismo humillante a Joan.
Finalmente ambas quedan en silencio. Joan siempre tuvo belleza, pero quería tener talento. Bette siempre tuvo talento, pero quería tener belleza. Con la sinceridad de dos enemigas íntimas que llevan décadas envidiándose y ya no les queda dignidad que perder, Bette le pregunta a Joan cómo fue ser la chica más bonita del mundo. “La alegría más grande que puedas imaginar. Pero no era bastante”. Y Joan devuelve el golpe: “¿y qué me dices de ti? ¿Cómo fue ser la chica con más talento del mundo?”. “Genial. Pero no era bastante”. Y el espectador se da cuenta de que en esos dos minutos hay más comprensión de la condición humana que en todos los capítulos juntos de “Las chicas del cable”. Se da cuenta de que ni multiplicando las siete temporadas de “The walking dead” por las trece de “Anatomía de Grey” se alcanza la certeza interpretativa de ese diálogo. Se da cuenta de que todo lo que le falta a “Prison break” y a “Westworld” se ha refugiado en “Feud: Bette and Joan”. Se da cuenta de que probablemente no va a ver otra escena tan perfecta en lo que queda de año. Y da gracias al Dios de las Televisiones por las grandísimas series que nos ofrece su misericordia.
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