Decir que Javier Cárdenas está haciendo posible en “Hora punta” que los
sucesos vuelvan a la tele en hora de máxima audiencia podría ser una mala
noticia (y más al tratarse de un programa diario con el que TVE debería prestar
un servicio público a sus ciudadanos y no jugar a contar que viene el coco),
pero no lo es. De hecho, esa es la buena noticia. La mala es que Cárdenas está
haciendo posible que vuelvan a nuestra maltratada tele pública los sucesos
paranormales (esas contradicciones en sus términos que no existen porque si
suceden no son paranormales, y si son paranormales no suceden), los médiums
(esos timadores que solo median entre nuestra cartera y la suya) y las
pamplinas de los secretos ocultos (esos que están elaborado con los mismos previsibles
tópicos mil veces repetidos y que contienen un cero por ciento de secretos
ocultos y un cien por cien de pamplinas).
Así que alegrémonos de que “Hora
punta” haya dedicado su tiempo a hablar de crímenes (incluido el de Sharon Tate, que ni es actual ni viene
a cuento pero tampoco hay por qué dejar que la actualidad te estropee más aún
un programa que ya es una birria de por sí). La semana pasada fue peor. Un día hizo
una mesa de debate sobre la relación entre los videntes y la policía que estaba
tan mal planteado y peor desarrollado que debería utilizarse en las escuelas de
periodismo como contraejemplo para enseñar cómo no se investiga un tema, cómo
no se expone al público, y cómo no se mantiene una actitud mínimamente crítica
y racional sobre los datos que aportan los timadores profesionales que
aprovechan la tele para promocionar su negocio afirmando sin demostrarlo que “tienen una sensibilidad especial” y los
demás debemos creerlo porque sí. Un par de días después presentó una “investigación” sobre una casa “misteriosa” realizada por un equipo capitaneado
por un sabio tan cualificado como es el triunfito venido a menos Álex Casademunt). Era tan cutre que no
la querría Íker Jiménez ni regalada
para rellenar “Cuarto milenio”. Cárdenas, por Dios, entérate de que hasta para
hacer el mal hay que saber hacerlo bien.
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