Nos gusta que nos cuenten siempre
los mismos cuentos. La tele lo sabe, por eso emite y reemite “Pretty woman” con
la misma insistencia con la que cada Semana Santa cuenta la misma aventura que
es descender a los infiernos y después volver a salir. La historia es
emocionante y con final feliz, pero le pasa lo mismo que a la farsa de “Pretty
woman”: no siendo una historia original, bien podía la televisión cambiarla por
alguna de las muchas otras versiones anteriores que existen.
Dioses de viaje por los infiernos
hay para dar y tomar. Con la ventaja de que la vuelta al mundo de los vivos
ocurre siempre en estos días, coincidiendo con el renacimiento de la naturaleza
en primavera. En Mesopotamia y en las culturas sirio-fenicias y mediterráneas era
un éxito la historia de la diosa sumeria Innana.
Bajó a los infiernos a rescatar de la muerte a su amante, Tammuz o Dumuzi, que
triunfante resucitaba en primavera. TVE puede optar si quiere por alguna
versión posterior, con el Adonis
greco-sirio en el papel de Tammuz-Dumuzi; y, sustituyendo a Innana, Afrodita —o sea, Venus— la diosa del amor, o Perséfone,
la diosa del Hades. La ilusión de la resurrección puede alimentarse haciendo
desaparecer los cadáveres de las tumbas, como en el cementerio real de Ur, o
simulando la resurrección a través de un agujero, como ocurrió en el caso del
rey Enkidu.
La tele tiene mucho donde elegir.
Puede optar por el Marduk babilónico, el Megistos Kouros cretense, o el Attis
frigio, pero la muerte y resurrección del egipcio Osiris mola más porque tiene más acción. Y cuenta con malos
malísimos como Seth, dios de las
tinieblas, que mata de una forma injusta y terrible al bueno de la película,
pero al final no se sale con la suya. El prota
resucita y vuelve para impartir justicia en los cielos juzgando a los muertos
para premiar a los buenos y castigar a los malos en el más allá. Una historia loca,
y más para los creyentes en cualquier religión actual que saben que esto de Osiris
es sucia patraña, pero que permitiría a la tele dejar de repetir cada Semana
Santa siempre la misma triste cantinela con final feliz.
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