Pepe Navarro de compadreo con Bertín
Osborne anteayer en “Mi casa es mejor que la tuya”. Dos corazones salvajes
a tumba abierta en horario de máxima audiencia. Podemos potar directamente o
podemos ir más allá.
“Tu casa no es ni la mitad que la
mía” había ido perdiendo seguimiento, pero con Navarro de malote arrepentido
confesándose con un señorito pata negra el programa volvió a campear
recordándonos, otra vez, cómo está el patio. Podemos lamentarnos o podemos ir
más allá.
“En mi casa planto el sofá donde
me sale de las narices” simula la intimidad de un confesionario y la sinceridad
de una vieja amistad, pero solo es un decorado. Por él desfila una retahíla de
personajes que, según su interés o la situación de su carrera, lo usan de
plataforma para su autopromoción o de púlpito para lavar su imagen y vendernos
que, riéndose con la franqueza que se ríen, debemos confiar en ellos y
comprarles el coche de segunda mano que nos venden. En el caso de Navarro, la
responsable paternidad de su no paternidad. Podemos salir corriendo o podemos
ir más allá.
Además del peligro que encierra
en sí mismo, “En tu casa no abrazas los cojines como yo en la mía” anteayer
tramaba algo. ¿Un culebrón? (Ivonne
Reyes desfila por la cadena contando en otros espacios su versión, Navarro cuenta
aquí la suya, al hijo lo ignoran hasta que cumpla dieciocho: un culebrón es más
rentable si da audiencia sin necesidad de rodarlo). ¿Un ‘late show’? (Navarro pelotillea
a Bertín y su programa. Bertín añora aquel “Mississippi” que lanzó a Telecinco
al agujero negro donde aún orbita. Navarro suspira por volver. Bertín da la
peor respuesta posible: “¿Quieres que
hagamos un ‘late night’?”). Podemos morirnos o podemos ir más allá.
Ocurre esta semana: en “Late
motiv” falla un vídeo. Buenafuente
se mete al público del plató y al de casa en el bolsillo improvisando una
imitación de Pepe Navarro cuando le fallaba algo. Televisión en estado puro, destilada,
de la de verdad. Su casa sí es la nuestra, quedémonos con esto.
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