Dejar de ver programas de cocina
es fácil si sabes cómo. Solo hay que darse cuenta de que, por mucho que creamos
necesitarlos para cocinar bien, y por mucha ansiedad que nos produzca su falta,
podemos prescindir de ellos. Así que dejemos de verlos compulsivamente mientras
pensamos “mañana lo dejo” sintiéndonos culpables. Para ello hay que asumir que
para cocinar bien no hace falta tanta floritura ni tanta tontería: para cocinar
bien solo hace falta ser capaz de comerse el resultado, lo que salga y salga
como salga. Quien alguna vez comió en un piso de estudiantes sabe lo que digo.
Y en época de exámenes, más.
Fijémonos en el caso de la BBC.
La televisión pública británica está tan preocupada por realizar bien su
trabajo como servicio público y servir platos exquisitos que ya hace tiempo empezó
a trabajar en un departamento de verificación. Pretende contrastar noticias y
desmontar bulos, no vaya a ser que sus exigentes usuarios de pico fino encuentren
algún bocado intragable. Pero aquí ya sabemos que hay una solución más
sencilla: dejarse de tanta calidad y conformarse con ser capaz de comerse
cualquier cosa que esté en la cazuela.
Ahí está el ejemplo de Mariano Rajoy. Anteayer fue entrevistado
en “Informativos Telecinco” y demostró que aunque manda cocinar los telediarios
de TVE sin mucho rigor, al menos él y su equipo son valientes y se los comen
sin rechistar. Pedro Piqueras
preguntó a Rajoy por la sentencia judicial de ese mismo día contra el
exministro popular José Manuel Soria
por aceptar como regalo unas vacaciones en un hotel de lujo. Otros informativos
de mediodía habían recogido la noticia, pero no el “Telediario”, así que ni Rajoy
sabía nada ni su equipo se enteró para poder avisarle. Es lo que pasa por
comerte tu propio rancho. Por cierto, ya puestos, alguien debería decirles que,
aunque en “Informe semanal” se callen (después de haber emitido aquel infame reportaje
que atribuía la muerte de Rita Barberá
al acoso mediático), fuera de las cocinas de TVE todo el mundo sabe que el
informe forense establece que Barberá
no murió de acoso mediático, murió de cirrosis.
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