Tiene sostenidos bemoles tanta
insistencia en que lo público funciona mejor cuando es privado, que lo de todos
mejora cuando es solo de algunos, que la solución a los males de la sociedad
está en el individuo, pero que, luego, no se aplique esta letanía a
“Eurovisión”. Se apuesta por privatizar y se privatiza la sanidad, la
enseñanza, los servicios públicos en general, el agua, el sol, la sombra y el
viento, pero sigue perteneciendo a la tele pública el festival del horror, la
consagración del exceso, la mayor prueba que Platón jamás soñó de que no solo existen cosas horteras sino
también la Horterez en sí, la Idea de Horteridad, lo Hortera como ser real,
inmutable y eterno.
Lo sorprendente no es el
fanatismo que vimos el otro día en “Objetivo eurovisión”, lo sorprendente es
que hay quién se sorprende de que puedan comportarse como fanáticos de
Eurovisión quienes se autodenominan “eurofans”, o sea, “fanáticos de
eurovisión”. Lo sorprendente no es que los partidos políticos se ocupen del
asunto y lo lleven al Congreso, lo sorprendente es que forma parte del estricto
desempeño de su función parlamentaria de vigilancia de la cosa pública ocuparse
de la elección de un chavalín que prefiere cantar y ser famoso a someterse a
esa estafa que es la Evaluación de Bachillerato para el Acceso a la
Universidad. Lo sorprendente, en fin, no es que TVE no sepa dónde esconderse
mientras las cadenas privadas hacen leña del árbol caído, lo sorprendente es
que “Eurovisión” no esté en una privada desde hace muchos años.
Hace mucho que Telecinco es la
mejor opción. Jorge Javier Vázquez
ya está dándole vueltas en “Salvame” como cada año. Mª Teresa Campos también: “Eurovisión
me importa lo mismo que a Mila Isabel Pantoja. Es tan decadente”. Justo lo
mismo que tantos pensamos de “Eurovisión”, Mila,
Pantoja, ella y su hija Terelu. Así que privatización, ya: los
eurofans demostraron que no tienen nada que envidiar a los
mujeresyhombresyvicefans, y al rondó barroco que sirve de sintonía de
“Eurovisión” le quedaría pintiparado un ritmo reguetón y letra con perreante
coreografía: “A ella le gústan los dóóce
púúúntos. ¡Dáme más dóóce púúúntos!”.
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