Antes de criticar a “Homeland” hay que estudiar el bambú japonés. Se trata de una gramínea con un peculiarísimo ritmo de crecimiento: una vez sembrada pueden llegar a pasar siete años antes de que aparezca en la superficie. Y de pronto se abre camino hacia la luz y crece a una velocidad insuperable en todo el reino vegetal, pudiendo alcanzar treinta metros de altura al cabo de seis semanas. ¡Casi un metro al día! ¿Qué pasó durante esos siete años? ¿Estaban las semillas holgazaneando hasta que les apeteciera crecer? ¡No, estaban echando raíces! Sólidas y profundas, invisibles como todas las raíces, pero necesarias para sostener un crecimiento tan vigoroso. Sólo cuando se han afianzado la planta rompe a crecer con rapidez.
Lo sé, el bambú japonés es una metáfora de casi todo, y temo que esta información desate una epidemia de memes cursis en las redes sociales. Pero es que de otro modo no se entiende qué está pasando en la actual temporada de “Homeland”. Llevamos tres capítulos y aún no ha ocurrido nada. Carrie Mathison y Saul Berenson siguen siendo el principal argumento al que muchos nos aferramos en la vida para creer que los malos finalmente no vencerán. Pero la aparente falta de progreso de la serie está desesperando a los que discuten en los foros. Algunos sentencian su muerte definitiva. Otros recuerdan que esto ya lo habían advertido cuando colgaron a Brody. Hay quien incluso tercia y culpa a Trump de lo que está pasando.
Y lo único que está pasando es que “Homeland” está echando raíces sólidas para dejarnos sin habla cuando comience a crecer en la segunda parte de la temporada. Como hicieron (casi) todos los años anteriores. Como el bambú japonés. Sólo que ahora además han vuelto a Washington en vísperas de la proclamación de la nueva presidenta demócrata de los EE.UU. -también vosotros creíais que iba a ganar Clinton, ¿eh, adorados guionistas?-. Podemos estar tranquilos: pronto habrá una terrible amenaza terrorista cerniéndose sobre Occidente. Mi apuesta es que dentro de seis semanas Carrie y Saul saldrán volando por los aires a más de treinta metros de altura mientras salvan a la civilización. Todos estaremos volando con ellos y acordándonos del bambú japonés.
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