Ayudar a los demás está bien,
pero cuando lo hace una empresa como estratagema para vender más produce
intranquilidad, luego recelo y después desconfianza. Al menos eso me produjo a
mí ver “Filantropía S.L.”, uno de los dos reveladores reportajes que emitió hace
dos semanas “La noche temática” dedicada a tácticas empresariales. Es lo que
denominan “filantropía estratégica” los magnates empresariales (es curioso, mi
corrector automático cambia “mangantes” por “mandantes”, pero no “magnates” por
“mangantes”). Búsquenlo en la red si quieren ver cómo el lacito rosa puede ser
un buen negocio. El otro reportaje, “Los evasores”, déjenlo mejor para cuando
hagan la declaración de la renta, que da más risa.
Pero además de la filantropía
estratégica como técnica de venta, también existen el amor estratégico al
consumidor, los buenos sentimientos estratégicos mundiales y el buen rollo
estratégico universal. Algo así como la Navidad, pero todo el año y porque lo
mandan las empresas para vender más. Bueno, en esto también es como la Navidad.
Este buen rollo estratégico
tropezó el otro día con la realidad y saltaron chispas. La marca Hero Baby se
puso sarcástica por Twitter con la periodista Samanta Villar (“21 días”, “Conexión Samanta” y “Nueve meses con
Samanta”) porque esta habló de los pros y contras de la maternidad, lo que no
encaja con la campaña ‘happy flower’
de los potitos. Villar contraatacó preguntando por qué usaban el insano y
antiecológico aceite de palma en sus productos. Hero Baby se disculpó, intentó
arreglarlo diciendo que su campaña “ofrece una visión realista y optimista de
la maternidad” (¿se puede ser realista y optimista a la vez? El diccionario
dice que no, pero si lo pasas por la trituradora de los potitos, seguro que se
puede). Demasiado tarde, el daño estaba hecho. La polémica generada ha
conseguido que Villar gane puntos como periodista, y que unos cuantos cientos
de personas más se fíen menos de las campañas, los anuncios y las pamplinas
para fiarse de lo que leen en esa letra pequeña de las etiquetas que la ley no
termina de obligar, como debería, a que sea más grande, más clara y más
completa.