Venga ese espíritu navideño, que
se vaya notando. El año televisivo se nos hace demasiado largo y antes de que
termine alguien debería cometer con Bertín
Osborne un abuso. Vale si es un abuso pequeño, pero mejor que sea grande,
hermosote, de los gordos. Si el buen rollo navideño no sirve para esta minucia,
a ver entonces para qué sirve.
Hace unos meses se dijo que María Lapiedra tenía problemas porque
su hija estaba muy mal vista por los otros padres en el colegio elitista en el
que la tenía matriculada. Luego no se supo más de la noticia, incluso puede que
semejante barbaridad fuera un bulo, pero lo cierto es que tras leer que
atacaban a su hija e incluso pretendían echarla del cole acusando a su madre de
poco ejemplar y descarada, y a su presencia de acontecimiento desgraciado y
denigrante, se producía un curioso efecto. Tras leer aquellos desatinos, uno
tendía a congraciarse con la señora, a no darle tanta importancia a su repelente
presencia en “Cazamariposas”, “Sálvame” o “Sálvame deluxe”, a tener menos en
cuenta su capacidad estomagante para hacer lo que sea con tal de protagonizar
un estúpido titular estúpido. Ante semejante tropelía, uno se sentía más
cercano a Lapiedra.
También hubo un momento de
debilidad por Jorge Javier Vázquez. Fue
el día que uno de los concursantes de “GH” se le puso a recordar entre risas la
muerte de un primo gay que se había suicidado. Durante un instante, debajo de
Jorgeja hubo un tipo por el que se podía sentir cierta afinidad.
Ahora faltaba que alguien nos
permitiera despedir el año introduciendo una fisura en el hartazgo monolítico
que nos produce Bertín Osborne. Bastaría
con que alguien cometiera con él una tropelía, una injusticia, un atropello que
nos permitiera verlo como un ser humano por el que sentir cierta empatía. Pero
el que lo haga, por favor, que se lo curre un poco. Llamar a Osborne señorito,
homófobo o machista no vale porque eso ya sabemos que lo es y no causa en
quienes le conocemos ningún efecto (arriesgándonos además a que el tío abra la
boca para defenderse, se venga arriba, y empeore aun más las cosas). Venga,
ánimo, que es por la Navidad, coño.
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