La pasada
semana, Cuatro emitió (con mucho retraso respecto a su estreno en Estados
Unidos) “CSI Caso cerrado. La película”, el largometraje o episodio largo que
puso fin a la serie que consiguió que muchos jóvenes no quisieran ser
astronautas o estrellas del rock, sino forenses. “CSI Caso cerrado” sigue el
consejo de Cecil B. DeMille según el cual una película debe comenzar con un
terremoto y, a partir de ahí, ir hacia arriba, pero cambiando el terremoto por
una explosión. Desde la detonación de una bomba por parte de un suicida en un
casino hasta el plano final en que Grissom y Sara navegan hacia la puesta de
sol, todo va hacia arriba no sólo en espectáculo, sino también en emoción. Gil
Grissom volvió a “CSI” y se fue con Sara, con la serie que nos enseñó a amar a
los bichos y con un puñado de personajes inolvidables para no volver nunca más.
La muerte de una serie, como la de un ser querido, es más triste para los que
nos quedamos sin la serie que para la serie. Sobre todo cuando, y ese es mi
caso, la serie es adquirida por uno mismo, es decir, no es heredada tras la
recomendación de un amigo o como consecuencia de una tarde de zapeo con final
feliz.
Platón hace
decir a Sócrates en la “República” que los que han adquirido las riquezas por
sí mismos se apegan a ellas más que los que no las han adquirido por sí mismos,
del mismo modo que los poetas aman a sus poemas y los padres a sus hijos. Todos
tenemos series que hemos adquirido y series que hemos heredado, y estamos más
orgullosos de las primeras que de las segundas. “CSI” es una de mis series
favoritas porque la he seguido desde el principio y me he desplazado durante
años de Las Vegas a Miami y a Nueva York en compañía de Grissom, Horatio y
Taylor. Podría decirse que “CSI” forma parte de mi tesoro televisivo junto con
“Los Simpson”, “Twin Peaks”, “Los Soprano”, “Las chicas Gilmore” o “Big Bang”
porque me lo jugué todo por ellas desde el primer capítulo y a todas las
considero como mías, mientras que no estoy tan apegado a series maravillosas
que he heredado de mis amigos como “Breaking Bad”, “Juego de tronos”, “House” o
“Cómo conocí a vuestra madre”. El dinero es útil tanto para el que lo tiene
porque lo ha adquirido como porque lo ha heredado, y las grandes series son
útiles y bellas tanto para el que las descubrió sin ayuda de nadie como para el
que las heredó de un buen consejo, pero créanme si les digo que en ese barco en
el que Grissom y Sara navegaban hacia la puesta de sol también iba yo.
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