Soy un tipo minucioso al que le gusta planear los contenidos de la televisión que consume. Así que decidí aprovechar mi subscripción a Movistar+ descargándome el pdf con la programación completa de todas las cadenas durante septiembre; lo imprimí y revisé subrayando aquéllos programas que despertaban mi interés. Fue una tarea apasionante a la que dediqué buena parte del tiempo libre que me dejan mis otras obligaciones. El único problema ha sido que el pdf del que les hablo tiene doscientas treinta páginas de letra muy muy pequeña, y repasarlo me ha llevado más de medio mes. Hoy es día 16, he terminado de subrayar la última de las páginas, y descubro que ya se han emitido más de la mitad de los programas que quería ver.
No sé si sentirme frustrado o aliviado. Sumándolo por lo alto, había planeado ver unas doscientas horas de televisión al día, cantidad no fácilmente alcanzable para un humano medio. Pero, por otro lado, creo que puedo resolver la situación: la mayor parte de los contenidos que he perdido se refieren a series, películas y documentales que se multidifunden durante varias semanas en las cadenas. Puedo volver a repasar en el pdf la programación de los días 16 al 30 de septiembre buscando la reemisión de los programas que ya me perdí desde el día 1 hasta el 15. Claro que tardaré unos siete días en hacerlo, será 23 de septiembre entonces y me habré vuelto a perder la mitad de esa mitad de los programas planeados. Así ad infinitum.
Como Aquiles intentado alcanzar a la tortuga en la paradoja de Zenón de Elea. Como aquel mapa del que hablaba Jorge Luis Borges cuya extensión igualaba la del propio territorio que describía. Como llegar muerto de sed a la base de las cataratas del Iguazú e intentar beber un trago sin morir aplastado por la pared de agua. La realidad impone límites a la libertad humana, empezando por los más elementales de tipo físico y biológico. ¿Doscientas treinta páginas de letra muy muy pequeña no será un indicio de que en algún momento hemos perdido la medida de las cosas, de las que son en cuanto son y de las que no son en cuanto no son?
En mi caso, lo que hago es grabar todo lo que me parece interesante y que no puedo ver en ese momento, de modo que va al saco de grabaciones para verlo cuando tenga tiempo. Y claro, como cada día suelen poner algo que es interesante y que no puedo pararme a ver, el saco no para de crecer. Pero, como sabe, las grabaciones tienen una caducidad de seis meses, tras los cuales se borran automáticamente. Así que he llegado a un punto en el que, al igual que "el oyente retrasado" de RNE, vivo televisivamente en el pasado, ya que sólo tengo tiempo para ver las grabaciones que están a punto de caducar. Hoy, mientras veo cosas emitidas hace medio año, sigo grabando cosas que veré en marzo'17 . Y lo peor es que tampoco tengo tiempo para ver todo lo grabado, lo cual me lleva a pensar en otra columna que escribió usted el dos de agosto, "dime que fue de mí", en la que aconseja salir a la calle y dejar de interponer una pantalla entre nosotros y la realidad... Sí, la tele pone muchas cosas que parecen interesantes, pero ¿tanto como para hacer esta inversión (gasto) de tiempo? Cuando se borra algo caducado, también tengo esa extraña sensación mezcla de frustración y alivio. Un saludo.
ResponderEliminar