Ojalá todos los malos fueran como
Ramsay Bolton, Señor de Fuerte
Terror, Señor de Invernalia, Guardián del Norte y psicópata perfecto en la
serie “Juego de tronos”. Ojala todos los malos fueran como Cersei Lannister, la nueva reina de Poniente después de cargarse a
todos sus enemigos con una cosa verde que parece la versión explosiva de la
masa devoradora con la que lucha Steve
McQueen en “The Blob”. Ojalá todos los ambiciosos y chiflados por el poder
del mundo fueran como Daenerys Targaryen,
Madre de Dragones y capaz de todo con tal de ser califa en lugar de califa, o
algo así, como quería el infame visir Iznogud.
Ojalá los implacables, los vengativos, los que se limitan a sonreír levemente
después de conseguir sus objetivos fueran como Arya Stark, que tiene una lista con los nombres de los enemigos a
los que quiere ver muertos; o Sansa
Stark, que poco a poco entiende cómo funcionan las cosas en “Juego de
tronos” y sonríe cuando Ramsay es devorado vivo por sus propios perros. Ojalá.
Pero no.
Ojalá todos los malos del mundo
fueran tan descacharrantes como Duran
Duran, el villano de la película “Barbarella” (TCM) que inventó una máquina
que mata provocando orgasmos (aunque la máquina no puede con Barbarella, interpretada por una
bellísima Jane Fonda). Duran Duran, entre
cuyas malvadas acciones está haber inspirado el nombre del grupo británico
“Duran Duran”, amenaza a Barbarella diciendo que le hará cosas que están más
allá de toda filosofía, una frase que tendría que ser estudiada en todas las
facultades de Filosofía antes de que las cierren para integrarlas en las
facultades de Filología. Duran Duran está orgulloso de haber aprendido la
nobleza y la dignidad del mal puro, y es tan malo que le espanta la idea de que
alguien le pueda hacer lo que él hace a los demás, en una vuelta de tuerca
chiflada al imperativo categórico de Kant. Ojalá los malvados se limitaran a
inventar máquinas que matan con orgasmos. Pero no.
Los malos de carne y hueso ordenan
a unos chiflados que se hagan estallar en un aeropuerto o una estación de
metro, destruyen restos arqueológicos con una sonrisa, ganan millones con sus
dragones financieros y aspiran a ser presidentes de los Estados Unidos
sembrando el odio y recogiendo tempestades. Ven, Capitán Trueno, haz que gane el bueno.
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