Yo aplaudo muy bien. Aplaudo que
da gusto oírme. Y si no da gusto por lo menos se me oye bien. Quiero decir que
no tendré sentido del ritmo como para haber acompañado a Peret, pero aplaudo fuerte y se me oye desde bien lejos. Además no
empiezo a aplaudir flojo para ir ganando después intensidad, yo aplaudo fuerte
desde el principio. No es por presumir, pero mi primera palmada ya resuena como
si llevara aplaudiendo un buen rato. Suena clara, rotunda, contundente. Igual
que hay risas que invitan a reír, mis aplausos invitan a aplaudir. Ya lo hice
unas cuantas veces y siempre me sale bien. En un concierto de Franco Batiatto empecé a aplaudir al
inicio de “Nómadas” porque esta es la canción favorita de mi hija porque le
recuerda Arrabal de Portillo y todo el mundo aplaudió después. Al final también
aplaudió todo el mundo, pero al principio lo hicieron porque empecé yo.
Digo esto porque en verano están
sustituyendo a todo el mundo en los programas de la tele y supongo que también
tendrán que darles vacaciones a las personas encargadas de empezar los aplausos
cuando manda el regidor del programa. Y si se van de vacaciones yo podría
sustituirlas. Estoy seguro de que a una señal sería capaz de dar tres o cuatro
palmadas fuertes muy seguidas que arrastraran a los que están en el plató a
seguir aplaudiendo. A veces pruebo cuando estoy en casa y yo mismo me sorprendo
de lo bien que me salen esas arrancadas de aplausos en seco.
Por los contenidos no habría
problemas. Me comportaría con profesionalidad y aplaudiría lo que me mandaran.
Trabajo es trabajo. Igual que las plañideras lloraban por contrato, yo
aplaudiría cuando me mandaran. Buenos días, empieza “El programa del verano”…
Plas, plas, plas. Tenemos con nosotros a Javier
Sardá… Plas, plas, plas. Silvia Jato
despide por hoy “La mañana”… Plas, plas, plas. Termina de hablar Eduardo Inda… Eh, bueno, seguro que
tampoco las plañideras eran capaces de llorar siempre que las contrataban.
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