La doctora Alice Lambert se
levanta para preparar el biberón de su hija Tara, suenan dos disparos y la
pantalla se desploma en negro. Cuando la doctora Lambert despierta del coma, se
entera de que su marido ha sido asesinado y su bebé ha desaparecido. Así, de
esta forma tan potente, empieza la miniserie “Última oportunidad” (TVE). El bebé
de la doctora ha sido secuestrado, y la trama enloquece en una espiral de
malentendidos, corrupción, sospechas, secretos y oscuridad. No sabemos con qué
nos encontraremos al final de la espiral, pero el camino nos obliga a plantearnos
unas cuantas cosas. Por ejemplo, ¿hasta dónde estaríamos dispuestos a llegar
para salvar la vida de un hijo?
La doctora Lambert, que cree que
el novio de su hermana toxicómana tiene una pista acerca del paradero de su
bebé, apunta con una pistola a un policía que quiere detenerlos y amenaza con
disparar si no deja que se vayan. ¿Es correcto? Desde luego, la acción de la
doctora no cumple con el imperativo categórico de Kant porque no es buena en sí
misma, tampoco es un imperativo de la sagacidad porque no se refiere a la
elección de un medio para alcanzar la propia felicidad, y más bien parece un
imperativo de la habilidad porque propone una acción necesaria para un fin posible.
La doctora cree que matar a un policía es un medio necesario para encontrar a
su bebé. ¿Todos nos comportaríamos como ella? Santo Tomás de Aquino diría que
el principio general de la razón práctica es que se ha de obrar de acuerdo con
la razón pero, aunque la ley natural es la misma para todos, puede haber
excepciones no sólo porque cuanto más se desciende a lo particular es más
probable que la verdad no sea la misma para todo el mundo, sino porque la razón
puede estar oscurecida por una pasión, que es precisamente lo que le ocurre a esta
madre desesperada. Las decisiones de la doctora Lambert surgen de la pasión por
su hija Tara, al igual que la fuerza de Escarlata O´Hara en “Lo que el viento
se llevó” salía de la tierra roja de Tara. Cuando Escarlata, mordida por el
hambre, come un triste rábano para después jurar sobre esa tierra roja de Tara
que preferirá ser ladrona o asesina antes que volver a pasar hambre, se
comporta como la doctora Lambert cuando está dispuesta a todo antes que permitir
que su bebé no vuelva a casa. La tierra roja de Tara, para desgracia del
imperativo categórico, tiene muchas formas.
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