Los documentales de viajes son un
subgénero de los documentales de animales en el que en vez de tigres, leones,
arañas y buitres salen muchos seres humanos vestidos de mil formas diferentes,
comiendo cosas que para algunos harían vomitar a una cabra y viviendo la vida
de formas tan diversas que es inevitable que el espectador se vuelva un poquito
existencialista y termine haciéndose preguntas acerca del ser y del existir
que, por supuesto, no tienen respuesta. Los documentales de viajes de La 2 o de
Canal Viajar, como las canciones y bailes de la película “Un día en Nueva York”
o cantar una rock and roll en la plaza del pueblo con “Tequila”, son un chute
de optimismo. Pero si Canal Viajar se llamara Canal Turismo, algunos dejarían
de verlo porque, claro, la palabra “turista” no tiene la elegancia de la
palabra “viajero”.
A la escritora Leila Guerrero no
le gusta Florencia porque le parece una ciudad sumergida en un balde de bótox,
pero los turistas todavía le gustan menos porque son hordas que, como hidras
maléficas, se multiplican, comen y chillan. Allá Leila con su visión de
Florencia, pero acá nos quedamos con su desprecio por los turistas. Los
viajeros tienden a mirar por encima del hombro a los turistas sin comprender
que, en el fondo y quizás también en la forma, los viajeros también son
turistas. Un viajero al que le molestan las hordas de turistas en Florencia o
en la Acrópolis de Atenas comete el mismo error que un futbolista en el
banquillo que protesta porque cree que merece ser titular. ¿A qué compañero
debería enviar el entrenador a la grada para dar entrada al futbolista
ofendido? ¿A qué turistas el gobierno griego debería prohibir la entrada en la
Acrópolis para que los exquisitos viajeros puedan disfrutar de las columnas del
Partenón sin gentuza alrededor estropeando la vista? Mientras los futbolistas
en el banquillo y los viajeros rodeados por hordas maléficas no contesten a
estas preguntas, deberían guardar silencio y tragarse su mala baba. Por otra parte,
¿a los viajeros tampoco les gusta que hordas de espectadores disfruten con los
documentales de Canal Viajar? ¿Se sentiría Leila molesta viendo un documental
sobre Florencia sabiendo que miles de espectadores comen y chillan delante del
televisor mientras la cámara pasea por la Galería Uffizi? ¿Hace falta un Canal
Turismo para que los verdaderos viajeros puedan ver sin agobios de audiencia el
Canal Viajar? Uf.
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