Domingo, 24 de julio. Tercer
aniversario del terrible accidente ferroviario en la curva de Angrois. Los
familiares de las víctimas continúan con sus reivindicaciones para que se
esclarezca lo sucedido. Llevan su lucha a la plaza del Obradoiro de Santiago y al
lugar del accidente. Por la tarde, Canal 24H repasa los acontecimientos del día
de una forma desconcertante. Abre señalando (una vez más y van cientos en tres
años) que el accidente se produjo por un error humano debido a que el conductor
iba con exceso de velocidad y hablando por teléfono. Justo la visión simplista
que los familiares de las víctimas denuncian con sus movilizaciones. Después el
desarrollo de la noticia ya añade datos que chocan con esta explicación inicial,
pero eso viene después. Lo esencial ha sido dicho y repetido una vez más para
que prevalezca sobre el jaleo judicial posterior, sobre el cruce de informes y
contrainformes, sobre la complejidad de un caso en el que hay tantas partes
implicadas, sobre, en fin, lo que realmente era anteayer la noticia: las
denuncias de que las cosas no se están haciendo bien.
Los familiares piden justicia y
verdad porque consideran que el proceso de investigación estuvo repleto de
mentiras y ocultaciones por parte del PP y el PSOE, pero es que el conductor
iba demasiado rápido. Exigen una comisión parlamentaria que depure las
responsabilidades políticas, un informe técnico independiente, que Ana Pastor dé la cara y recuerdan que
la Unión Europea les da la razón en este asunto, pero es que el conductor iba
hablando por teléfono. No habría accidente si no fuera por el cambio de
proyecto que rebajó la seguridad realizado con el exministro José Blanco y por la desconexión del
sistema del control de velocidad con Ana Pastor de ministra, pero es que hubo
un error humano del conductor.
Tras un accidente, ningún
conductor es de primera, pero, al menos, los del accidente del Yak-42 y el
metro de Valencia facilitaron las cosas a sus jefes muriendo en acto de
servicio.
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