Empiezas a ver el informativo de Matías Prats y ya te sientes un poco nervioso. No sabes si hoy ocurrirá o no. Al principio te enterabas de los chistes por twitter o facebook, pero pronto comenzaste a sentir un gusanillo raro y te entraron ganas de verlo en directo. Entendiste que estaba empezando a ocurrir algo importante y no querías que te lo contaran. Leíste en una web que algunos grupos de fans ya hacen quedadas masivas en bares con pantalla gigante, llenan un chupito y sólo lo beben si finalmente Matías hace un chiste. A veces ocurre, a veces no. Ahí está la gracia. Todavía estamos al comienzo del informativo. Se está hablando de noticias serias. Rajoy, el Brexit, el ISIS. Sabes que en ese momento del espacio todavía no puede haber chiste. Claro, si hiciera un chiste todos los días la cosa perdería su puntillo. Y si no los hiciera casi nunca, también. Esa frecuencia tan inteligente también está ayudando a construir el mito.
Se acercan las noticias finales. Sube la expectación. Aunque estás solo, tú también te has servido un chupito y la superficie del licor amplifica un levísimo temblor en los dedos. Los temas se vuelven banales. Noticias curiosas, imágenes divertidas. Tiene que ser ahora. Ahora o habrá que esperar hasta el próximo informativo. Si va a ocurrir, será en muy pocos segundos. Ya estás claramente ansioso. Sonríes nervioso. No puedes dejar de jugar con un pellejín que tienes en el labio inferior. Nada en la voz de Matías Prats permite adivinar si habrá chiste o no. Nada en su expresión facial. Y de pronto llega esa pausa. No dura más de un segundo, pero esa pausa es más informativa que el resto del informativo. Una frase aparentemente seria se ha quedado interrumpida a medias y ya sabes que terminará en un chiste malo. Un chiste malo buenísimo. Sííííííí, va a ocurrir. Esas décimas de segundo marcan una plenitud experiencial. Las pupilas se dilatan, el cuerpo entero se orienta hacia la pantalla, aumenta la glucólisis en el hígado. Esas centésimas de segundo se estiran vitalmente y da para mucho: para acercar el vaso de chupito hacia los labios, para dar por buena la media hora de espera, para aventurar mil posibles desenlaces a la frase empezada. Ocurrió, ocurrió una vez más. Matías lo ha vuelto a hacer y tú has estado allí viéndolo en directo. Viendo la construcción suave de un mito.
Twitter arde, pero esta vez ya no eres tú el que lee los tuits. Ahora eres tú el que los cuelga.
Vosotros podéis llegar a la categoría de mito aunque publiquéis todos los días, no dejéis de hacerlo.
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