Adrián Sánchez Esbilla abre su
ensayo “Al oeste del mito”, donde el escritor gijonés analiza cincuenta
wésterns básicos, con una estupenda definición del wéstern que debemos a
Anthony Mann, un no menos estupendo director de películas del Oeste: el western
es un hombre que afirma que va a hacer algo, y lo hace. Recordé esta definición
de Mann mientras veía el documental “Trotamundos: islas remotas, Santa Elena”
(La 2). La fama de Santa Elena se debe a que en esta isla murió Napoleón
Bonaparte, y ahí está la primera tumba del militar francés. Santa Elena es
territorio británico. Napoleón fue un hombre que cuando afirmaba que iba a
hacer algo, lo hacía, así que el emperador de los franceses sólo fue un vaquero
que murió exiliado en territorio extranjero. Pero, a diferencia de los vaqueros
de las películas del Oeste, Napoleón hizo demasiadas cosas y habló demasiado. A
veces hizo y dijo cosas horribles, o al menos se le atribuyen hechos y palabras
horribles, como aquella vez que, paseando entre los muertos tras una batalla,
murmuró que eso lo reponía una noche de París. Otras veces podría parecer el
espíritu del mundo montado a caballo, como decía Hegel, y entonces Napoleón
recordaría a un vaquero cabalgando hacia horizontes lejanos. En ocasiones
Napoleón se parece a William Holden en “Grupo salvaje”, como cuando dijo que
los catalanes son franceses confundidos. Y, en fin, a veces Napoleón, ese tipo
que pasó sus últimos días en una isla británica, es un oficial del Séptimo de
Caballería que sabe que hay música que ahorra cañones, ya sea el toque de carga
del Séptimo de Caballería o “La Marsellesa”.
No sé si “La Marsellesa”, el
himno de la República Francesa, sigue ahorrando cañones, pero seguro que cuando
suena en los partidos de la selección francesa en la Eurocopa (Telecinco)
ahorra muchos discursos sobre la patria y muchas discusiones acerca de lo que
significa ser francés. Al menos, mientras dure el partido y la Eurocopa. Estaría
bien que los franceses, italianos, españoles, ingleses o islandeses recordaran
que todos podemos acabar nuestros días exiliados en una isla del océano
Atlántico o tan solos como John Wayne en “Centauros del desierto” después de
que se cierre la puerta. Y es que todos somos islas remotas que a veces nos
juntamos para animar a un equipo de fútbol.
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