José Mota quería una serie. TVE se la dio, pero san Pedro no se la bendijo. “El hombre
de tu vida” se estrenó un jueves en horario de máxima audiencia y se dejó morir
de madrugada sabiendo que la audiencia no quería una segunda temporada.
Cuando por aquí hablábamos latín
llamábamos al Mediterráneo “Mare Nostrum”. Ahora que hablamos esta moderna
forma de latín que están leyendo deberíamos hacer lo mismo con el Atlántico y
llamarlo “Océano Nuestro”. No porque nos una un poder militar común, sino
porque nos une la lengua. A un lado y al otro del Océano Nuestro hablamos un
poco distinto, pero igual. La literatura, los viajes, la música, el cine y la
tele tienden puentes de mil ojos y millones de oídos entre orilla y orilla
manteniéndonos unidos. Por los culebrones transitan carretas repletas de
palabras, acentos, giros y nombres uniendo países en un mismo pueblo que
comparte historias y mitos. Nada nuevo bajo el Sol. También las polis griegas
fueron abastecidas de un cargamento similar a bordo de cóncavas naves que, con
permiso de Poseidón, surcaban el
vinoso mar cargadas con las historias de los argonautas en busca del Vellocino
de oro, de la cólera funesta de Aquiles en Troya o del ingenio de Odiseo, rey
de Ítaca. Las polis podían guerrear entre ellas, pero lo hacían en la misma
lengua. El latín nos unió igual que antes lo había hecho el griego. ¿Y ahora?
TVE decidió emitir la serie
argentina “El hombre de tu vida” del gran Juan
José Campanella (creador de la inolvidable serie “Vientos de agua”, emitida
hace 10 años en Telecinco). Sería otro bonito puente sobre el Océano Nuestro reuniendo
un pueblo de cientos de millones de hablantes si no fuera porque decidió dinamitarlo
encargando a Mota que rehiciera la serie borrándole el acento argentino. No
tuvo audiencia, mejor así. La Real Academia Española, que tanto trabaja junto a
las academias de la lengua del otro lado para mantener la unidad de nuestro
idioma en su rica variedad, estará a cuadros. Tras Eurovisión en inglés, ahora
esto. Qué forma de malgastar el dinero público, la concha de su madre.
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