La dualidad televisión política
hace imposible separar la una de la otra. Cuando la observación de la realidad se
produce durante las elecciones se nos presenta como política, pero el resto del
tiempo parece solo televisión y así es considerada por cualquier observador no
iniciado. La ciencia actual ha demostrado que estos dos estados no se excluyen,
sino que son complementarios, lo que se manifiesta especialmente en período
electoral.
Hay consenso científico en que la
jornada de ayer fue una jornada de reflexión, pero hay una gran expectación
respecto a si la de hoy será una jornada de difracción o de refracción. Durante
quince días, los partidos políticos introdujeron a sus candidatos en los
aceleradores de votos de los diferentes programas televisivos para lanzarlos
contra la urna electoral a velocidades próximas a la de la luz en el vacío.
Ayer ya no. Ayer fue jornada de reflexión y los programas tenían que
comportarse como espejos, como superficies políticamente lisas en las que la
mayor parte de las opiniones se pierden, excepto aquellas que se limita a
propagar con el mismo ángulo que incidió sobre la pantalla. ¿Y hoy?
En campaña asistimos a diferentes
propuestas políticas respecto a qué televisión queremos, lo que, por la dualidad
televisión política, es equivalente a decir que asistimos a diferentes
propuestas televisivas respecto a qué políticas queremos. Incluso conocimos la curiosa
paradoja de las grabaciones de Schrödinger
al ministro del Interior, Jorge
Fernández Díaz: en una desconcertante superposición cuántica, TVE
simultáneamente las emitió (en la noticias de La 2) y no las emitió (en los
telediarios de La 1). En los programas especiales de la noche de hoy veremos si
estamos ante un caso de difracción en el que la política deja de viajar en
línea recta pero apenas se curva ligeramente, o ante un caso de refracción en
el que la televisión cambia de dirección y se produce una separación en sus
diferentes componentes que, en un fenómeno de dispersión refractiva, hace surgir
el arco iris.
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