La escritora británica Virginia
Woolf decía que una mujer debe disponer de dinero y de una habitación propia si
quiere escribir una novela. Y es que la inspiración, la transpiración y todo
eso está muy bien, pero sin una habitación propia (Virginia murió en 1941, y
por entonces la reflexión sobre la condición de la mujer era casi una
extravagancia) no se puede escribir porque para hacerlo es necesario un espacio
de tranquilidad.
Quise hablar de todo esto con los
jóvenes que charlaban un par de filas de asientos detrás de mí en el autobús
porque uno de ellos se preguntaba, y lo hacía elevando tanto la voz que entendí
que la pregunta iba dirigida a todos los pasajeros, por qué siempre ha habido
menos escritoras que escritores. La pregunta era pertinente porque los jóvenes
(tres chicos y una chica) se dirigían a hacer el examen de PAU de Lengua Castellana
y Literatura, y en ese momento se dieron cuenta de que habían leído “Los santos
inocentes” de Delibes, “Luces de Bohemia” de Valle-Inclán, una antología del
grupo poético de 1927, y “Ética para Amador” de Fernando Savater. Es decir, el
papel de las mujeres escritoras en las lecturas de los estudiantes de 2º de Bachillerato
es tan importante como el de las mujeres en la película “Lawrence de Arabia”.
Por desgracia, no pude deslizar la reflexión de Virginia Woolf en la discusión
de autobús porque, cuando me disponía a hacerlo, la chica dijo algo que me dejó
clavado en mi asiento y tan desconcertado como el personaje del chiste de
Eugenio que, de repente, descubría que el búlgaro era un idioma. Lo que dijo
fue que le gustaba mucho leer, pero que había dejado de hacerlo porque las
novelas siempre destripaban (ella empleó la palabra, o lo que sea, “spoiler”)
las películas o las series. Por ejemplo, “Canción de hielo y fuego”, la serie
de novelas escritas por George R. R. Martín, destripan las primeras temporadas
de la serie “Juego de tronos”. Y las novelas sobre Harry Potter destripan sin
piedad las películas protagonizadas por el joven mago. Y si lees “Crepúsculo”
(la novela) te fastidia “Crepúsculo” (la película). No sé qué diría Virginia
Woolf, pero yo sólo sé que el búlgaro es un idioma.
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