“9 meses con Samanta” cerró con
éxito de audiencia. Buen negocio para Cuatro, pero lo importante fue ver tanta
gente superfeliz. Lo dice su web: “En
redes sociales, cosechó un espectacular sentimiento favorable de casi 8
comentarios positivos por cada crítica”. ¡Vivan la era Acuario y los
sentimientos favorables! ¡Mueran las críticas, las actitudes críticas y las
personas críticas! Por ejemplo:
“He estado pensando en la última visita con el médico. Me gustaría
tener un parto vaginal pero necesito que la niña se ponga cabeza abajo. Estoy
esperando la llamada de una especialista, es comadrona y acupuntora también”.
Samanta Villar se pone alegremente
en manos de este peligro público que le pasa consulta ¡por teléfono! Una voz
con esa entonación pija de Tamara Falcó
dice: “Vaaale. Es muy probable que se
vuelva a girar, porque estos chiquitines son como ‘bebés-lavadora’. Lo que
puedes hacer es poner música abajo, ¿sabes?, a la altura de… de… del pubis. Sí,
porque les gusta la música clásica. O sea, sí, sí. Tú pones música abajo y
ellos lo que hacen es intentar ‘torsionar’ un poco el cuello para escucharlo
mejor. Sobre todo hazlo por la noche, cuando estás relajada, y luego andas a
cuatro patas durante diez minutitos. Habla con la niña, ¿vale?, no tengas miedo”.
¿Villar no aprendió ciencia ni filosofía en bachillerato?: “Voy a tener fe y voy a hablar con ella”.
Después, ya sola, ríe feliz: “¡Voy a poner música clásica en el pubis! No
sé si funcionará, pero nos vamos a divertir. Me siento ridícula, pero, total,
daño no va a hacer” (¡el argumento favorito de los timadores!). Suena Vivaldi en el móvil. Está comprobado
que a través del líquido amniótico el feto no oye una mierda, pero da igual. “¡Se mueve!” (otro engaño: ‘post hoc,
propter hoc’). “Un cuartito de hora de música
y ahora diez minutos gateando. No sé si servirá para que se gire la nena, pero
para que el suelo quede brillante va estupendo”. Qué felicidad. Al menos no
hizo caso a una madre que visitó antes, y que, tras el parto, se tomó parte de
la placenta en un zumo y el resto lo momificó. Y qué feliz reía ella también.
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