Como dice mi amigo Pepe Garrido,
profesor de filosofía en un instituto asturiano, es inútil criticar al
guionista de la serie “Merlí” porque ese guionista no tiene ojos, manos,
órganos, dimensiones, sentidos, afectos o pasiones como los humanos. El
guionista de “Merlí” no come lo mismo que nosotros, no le hieren las mismas
armas, no sufre las mismas dolencias ni le curan los mismos remedios, no sufre
en verano el mismo frío y el mismo calor que los organismos basados en la
química del carbono. Si pincháis al guionista de “Merlí”, no sangra. Si le
hacéis cosquillas, no ríe. Si lo envenenáis, no perece. Si ofendéis al
guionista de “Merlí”, no querrá vengarse. ¿Por qué? Porque el guionista de
“Merlí” no es un hombre, sino una máquina.
Sólo
una máquina puede producir esos guiones llenos de aburridísimos tópicos acerca
de la educación, la juventud y la filosofía, esos capítulos abarrotados de
triviales reflexiones acerca de la vida, el amor y el universo, esos personajes
plagados de lugares comunes, ombligos propios y expresiones extraterrestres. Si
Merlí fuera cartero, astronauta, sargento de la Legión o concejal de hacienda,
los carteros estarían ahora sonriendo, los astronautas alucinarían, los
sargentos de la Legión se desabrocharían un botón más de la camisa y los
concejales de hacienda pasarían a la oposición. Pero Merlí es profesor de
filosofía, así que debemos entender que la máquina que escribe los guiones de
la serie cumple instrucciones del Ministerio de la Verdad para conseguir que la
ciudadanía crea que la filosofía es una asignatura extravagante en la que vale
todo y que los profesores de filosofía son unos tipos que citan a Platón, a
Heráclito, a Nietzsche y a Protágoras por la mañana y por la tarde roban un
examen de catalán de la sala de profesores para hacer un favor a su hijo
idiota, que así podrá aprobar sin ni siquiera tener que recitar aquello de
“Virgen santa, virgen pura, haz que apruebe esta asignatura”. ¿Qué alumno con
problemas para ligar con la chica de sus sueños no ha acudido a su profesor de
filosofía para que le dé consejos inspirados en, por ejemplo, Maquiavelo? ¿Qué
padre, madre, tío o abuela no miraría con recelo a un maestro filosófico de la
sospecha que se cree el profesor Keating de “El club de los poetas muertos”
pero que se queda en el típico profe raro que no da el temario y encandila a
los alumnos con chorradas? ¿Y esto es la filosofía? Que le corten la cabeza.
Además de una apología al "haz lo que te dé la gana" pero dependiendo de los demás. Un verdadero maestro.
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