En 2001, la odisea de “Los
Simpson” surcaba su décimo segunda temporada con más de 250 capítulos a sus
espaldas sin temer a los lestrigones ni a los cíclopes. El primer episodio de
aquel año, titulado “HOMR”, se abre con una visita de la familia amarilla a un
festival de animación. Allí, Homer
descubre fascinado una tecnología que mediante sensores colocados en su cuerpo
permite transferir sus posturas al dibujo animado de un perro que reproduce así
los movimientos. El pasado domingo, más de 250 capítulos después y 15
temporadas más tarde, en EE.UU. se emitió el episodio “Simprovised”. En él, Dan Castellaneta, doblador de Homer
desde sus inicios en 1987, no solo dio al personaje su voz, sino también sus
gestos. Varias personas afortunadas pudieron hacerle una pregunta a Homer y
este contestó en directo sobre asuntos tan importantes como si su amigo
preferido es Carl o Lenny, o cómo simular que se está
trabajando mientras uno echa una siesta en el curro.
Dibujos animados en directo: una
pasada más entre las virguerías con las que la serie nos sorprende cada vez más.
Pero ¿“Los Simpson” hace los alardes técnicos que hace porque se lo puede permitir
o porque ya es lo único que le queda por hacer? ¿Vuela más alto para demostrar
que nadie más puede volar tan alto o porque el Sol derrite sus alas y está en
trance de morir de éxito al precipitarse contra el suelo? ¿Es una serie zombi
que desde hace años camina sin cerebro o es una serie inmortal que sigue viva
gracias a que los implantes, añadidos y alardes tecnológicos a los que recurre le
permiten seguir avanzando?
Ya hace 20 años, en el episodio
de “La casa-árbol del terror” de la séptima temporada, “Los Simpson” nos dejó
boquiabiertos con aquella aventura (“Homer³”) en la que Homer salta de dos a
tres dimensiones y camina por una calle del mundo real tras vivir los minutos
más intensamente matemáticos de la historia de la animación mundial. Que “Los
Simpson” siga asombrándonos por muchos años, pero no olvide que, como siempre
ha sido y siempre será, el qué es más importante que el cómo.
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