Las noticias sobre los papeles de
Panamá suben los ánimos. Viéndolos en la tele uno se da cuenta de que no vive
en un país de tercera con tramposos que defienden sus privilegios con
chanchullos cutres, sino en un país moderno y avanzado que como el resto de los
países de su entorno tiene tramposos que defienden sus privilegios con alta
ingeniería financiera y fiscal. Que la revelación de los papeles de Panamá sea
un escándalo mundial tiene la ventaja añadida de que ya se adelantaron otros,
los miembros de la corte del zar de todas las Rusias, por ejemplo, a proclamar
que no hay que darles credibilidad porque son fruto de una maniobra artera para
desprestigiar a Vladímir Putin el
Grande. Así, aquí nadie tuvo que mancharse las manos rebajándose a protagonizar
esa habitual fase inicial de todos los escándalos patrios que consiste en
ponerse muy digno negándolo todo. Pero, sobre todo, los papeles de Panamá
evidencian que los informativos españoles son excelentes y siempre lo serán.
¿Cree usted que si comparamos
nuestros informativos con los islandeses, los suyos son mejores? Pues no. No
hacen unos informativos como los nuestros ni de coña. Tendrán profesionales
estupendos y medios muy sofisticados, pero el resultado será una birria se
pongan como se pongan. Repasemos qué pasó allí con los papeles de Panamá: al
día siguiente de destaparse la implicación de su primer ministro organizan una
hermosa manifestación pidiendo su dimisión, el tipo remolonea un poco, después dimite
y ya está. Fin de la historia. Un país con unos ciudadanos y gobernantes que
reaccionan así ante una noticia bomba nunca podrá hacer unos informativos con
la emoción y el intríngulis de los nuestros. Allí las historias, por muy bien
que empiecen, terminan en dos patadas y no tienen recorrido. Aquí hay calidad.
Las historias se alargan y se entrelazan en un abigarrado tapiz que nos
proporcionan unos informativos fecundos y repletos de emoción. Por eso tenemos
los mejores informativos del mundo. Los que nos merecemos.
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