“Culinario” viene de “culo”,
concretamente de la expresión “estar hasta el culo”. Hasta ahora se creía que
el término “culinario” venía del latín “culinarius”, un derivado de “culina”, o
sea, “cocina”. Pero de eso nada. Eso sería antes. Ahora “culinario” viene de
“culo”, de “estar hasta el culo”. No hay más que poner la tele para darse
cuenta.
“Con las manos en la masa” era
inofensivo. Karlos Arguiñano en
cualquiera de sus muchos programas es incluso divertido. “Vamos a cocinar con José Andrés” pudo resultar
orgullosamente patriótico. “Un país para comérselo” animaba a hacer turismo,
pero llegó a resultar cansino. Tal vez la culpa no fue suya, sino de que antes
el reality “Esta cocina es un
infierno” nos tocó las narices de tal forma que la cocina empezó a resultar
cargante. “Cocineros sin estrella”, “Hoy cocinas tú”, “El Bulli, historia de un
sueño”, “Pesadilla en la cocina”, “Robin Food”, “Top Chef”, “Cocineros al
volante”, “El chef del mar”, “Masterchef”. De las recetas de “España directo” a
la sección “Saber cocinar” de “La mañana” de Mariló Montero. De los niños en “Masterchef Junior” a los niños en
“Cocina con Clan”. De meterse en la cocina con Sergio en “Cocina con Sergio” a encerrarse con los hermanos Torres en la cocina en “Torres en la
cocina”.
Qué saturación. Qué hartazgo. Qué
indigestión. Qué hasta el culo estamos de programas culinarios. Sobre todo, ay,
de “MasterChef”. Qué ganas de cambiar de cadena con solo ver de refilón
“MasterChef”. Cuánta tontería y cuánta impostura. Estamos tan hartos que no queremos
saber nada de lo que les pase a los concursantes ni de lo que les digan los
jueces, pero sobre todo no queremos saber nada de lo que cocinan. Niña, no
quiero platos finos; vengo del trabajo y no me apetece pato chino. Que allá se
las apañen como puedan los filólogos para explicar por qué vericuetos llegó esta
palabra del indoeuropeo hasta aquí, pero “culinario” viene de “culo”, de “estar
hasta el culo”. Eso es así.
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