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Viernes, 15; José
Manuel Soria comunica su renuncia.
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¡A tomar por
culo!
Vivimos el momento de mayor
oferta televisiva de la historia del medio. ¿Se puede hacer crítica de
televisión sobre una exclamación que se cuela al final de una noticia, sobre un
instante visto y no visto, sobre un segundo fugaz no programado de un
“Telediario”? Se puede. Incluso se debe, si se trata, como en este caso, de que
una cadena pública acusada de ser descaradamente progubernamental cierra la
noticia de la dimisión de un ministro con un inesperado, rotundo y justiciero
“¡Atpc!”; un “¡Atpc!” que no responde a las siglas de la Asociación de
Trabajadores de Pollo Campero, ni de Automatic Transmit Power Control, ni del grupo de hip hop italiano Alta Tensione
Produzioni Clandestine.
Alguno incluso pensará que un
solitario “¡Atpc!” al terminar la noticia queda escaso. Si queremos que realmente
valga la pena la “pena de Telediario”, Los “¡Atpc!” deberían jalonar todo el
recorrido que aquel informativo hizo por los acontecimientos que terminaron en la
dimisión del ministro. Imagínense el resultado. ¿Que el lunes los papeles de
Panamá acusan a Soria y él lo niega? “¡Atpc!”. ¿Que el martes nuevas
revelaciones lo vinculan con una empresa radicada en Londres y lo vuelve a
negar? “¡Atpc!”. ¿Que el miércoles aparece su firma y reniega? “¡Atpc!”. ¿Que
el jueves trasciende que tuvo una sociedad en la isla de Jersey y calla?
“¡Atpc!”. ¿Que el viernes dimite? Está claro: “¡Atpc!” para completar la serie.
Así, Wyoming no podría comenzar “El intermedio” diciendo “Ya conocen las noticias. Ahora les contaremos la verdad” porque por
fin las noticias ya habrían dicho la verdad.
Malsonante será. pero también oportuno
porque un “¡Atpc!” a tiempo es una victoria. Y revelador porque vale más“¡Atpc!”
en Telediario que cien tertulianos volando. Tonificante porque quien a buen “¡Atpc!”
se arrima, buena sombra le cobija. Eficaz porque un “¡Atpc!” vale por diez mil
silogismos. Y definitivo porque dijo “¡Atpc!” y punto redondo.
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