Me gusta la gala de entrega de los Oscar
(Movistar+), pero no pierdo ni un minuto en defender esa gala de los que odian
a Hollywood y tuercen el gesto ante el desfile de actores y actrices por la alfombra
roja. Decía Camus que nunca vio
morir a ningún hombre por defender el argumento ontológico, así que no merece
la pena enfadarse, perder el tiempo ni, mucho menos, morir para defender el
espectáculo de los Oscar. Diría que el cine mundial sigue girando alrededor del
cine estadounidense, pero no tengo inconveniente en abjurar de esa opinión si
me lo pide la inquisición porque si Galileo
hizo bien en abjurar, maldecir y aborrecer sus errores y negar que la Tierra se
mueve, no veo por qué tendría que soportar la condena de los partidarios del
cine independiente, iraní o, cielo santo, francés defendiendo hasta el fin no
sólo la buena salud de un cine capaz de premiar a Iñárritu o Morricone,
sino la agilidad, gracia y elegancia de la gala presentada por Chris Rock. Así que me rindo.
Y, sin embargo, la gala de los Oscar se mueve. Ya sé que el precioso vestido rojo de Charlize Theron es tan irrelevante como el extraño peinado de The Weeknd, y que el discurso de Leonardo DiCaprio alertando de los peligros del cambio climático se perderá en el baile del Gobernador como lágrimas en la lluvia, y que “El puente de los espías” es mejor película de lo que muestra su botín de premios, y que la sombra de Billy Crystal es alargada. Vale. Pero también sé que Louis C.K. es capaz de hacernos reír incluso presentando el Oscar al mejor corto documental, y que los chistes de Chris Rock tienen incluso más gracia que los de Pepe Colubi, y que me importa una mierda que Russell Crowe tenga unos kilos de más, y que sólo Hollywood puede permitirse el lujo de que Woody y Buzz Lightyear presenten el Oscar a la mejor película de animación y que además lo gane la maravillosa “Inside Out”, y que “Mad Max: Fury Road” incluso habría merecido algo más que esos seis Oscar, y que he visto a Ennio Morricone recoger un Oscar no honorífico, joder. No estoy dispuesto a morir por el argumento ontológico, ni por el movimiento de la Tierra, ni siquiera por la gala de los Oscar. Pero moriría por ti, Ennio. Moriría por “Cinema Paradiso”. Pero de muerte lenta.
Y, sin embargo, la gala de los Oscar se mueve. Ya sé que el precioso vestido rojo de Charlize Theron es tan irrelevante como el extraño peinado de The Weeknd, y que el discurso de Leonardo DiCaprio alertando de los peligros del cambio climático se perderá en el baile del Gobernador como lágrimas en la lluvia, y que “El puente de los espías” es mejor película de lo que muestra su botín de premios, y que la sombra de Billy Crystal es alargada. Vale. Pero también sé que Louis C.K. es capaz de hacernos reír incluso presentando el Oscar al mejor corto documental, y que los chistes de Chris Rock tienen incluso más gracia que los de Pepe Colubi, y que me importa una mierda que Russell Crowe tenga unos kilos de más, y que sólo Hollywood puede permitirse el lujo de que Woody y Buzz Lightyear presenten el Oscar a la mejor película de animación y que además lo gane la maravillosa “Inside Out”, y que “Mad Max: Fury Road” incluso habría merecido algo más que esos seis Oscar, y que he visto a Ennio Morricone recoger un Oscar no honorífico, joder. No estoy dispuesto a morir por el argumento ontológico, ni por el movimiento de la Tierra, ni siquiera por la gala de los Oscar. Pero moriría por ti, Ennio. Moriría por “Cinema Paradiso”. Pero de muerte lenta.
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