La diputada del PP Andrea Levy y el diputado de Podemos Miguel Vila están loca y
apasionadamente enamorados. O se quieren intensamente. O se desean mucho. O se
gustan bastante. O se tienen un poco de cariño. O se hacen tilín. O se saludan
con simpatía. O no se repelen tanto como pudiera esperarse. O nada de lo
anterior, da igual. El caso es que la actualidad política, tan aburrida otras
veces, está poniendo patas arriba el panorama televisivo.
Comenzamos con una polémica
legislatura que lanza al estrellato programas con un claro perfil político que
antes eran marginales en la parrilla. La precampaña y la campaña electoral logran
que los líderes políticos copen los magacines y espacios de entretenimiento
como nunca habíamos visto. La expectación y las dificultades para investir
presidente posibilitan que, para seguir las sesiones del Parlamento en directo,
salten por los aires las parrillas televisivas. Y ahora, con una situación
política inédita, podíamos estar hablando de mil asuntos sustanciosos (por
ejemplo, lo bueno que es el trabajo que Felipe
Borbón heredó de papá: un político electo fracasa si pide a un
parlamentario que le dé su voto y no se lo da, un rey no fracasa si pide a un
político electo que forme Gobierno y no se lo forma. Es bueno ser rey). ¿Y por
qué? Por culpa de “El intermedio”. Thais
Villas arrancó estas palabras a la diputada popular Levy: “Nos llevamos mejor de lo que la gente
piensa. Que fluya el amor en el Congreso”. Pablo Iglesias sigue el juego y se
compromete con Villas a ser el alcahuete, ¡y lo es desde la tribuna del
Parlamento!
A freír churros “Mujeres y
hombres y viceversa”. A la porra “Casados a primera vista”. A paseo “Adán y
Eva”. Que se espabilen “Gran hermano” y “Supervivientes” y “GH VIP” y Telecinco
y Mediaset toda. El viejo juego del “Me quiere, no me quiere” entre
desconocidos, famosos de medio pelo o famosetes ahora es otro. Todos a ver “El
intermedio” mañana. Wyoming,
relegado a reportero de calle. Thais Villas, al pico de la mesa.
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