La moda del documental
“dramatizado” permite que los espectadores pongamos cara a Carlomagno y a Hildegarda,
su mujer, que cruzó los Alpes embarazada y en invierno acompañando al Emperador
de Occidente (“Carlomagno”, La 2); y esa moda también consigue que todos nos
movamos inquietos en el sofá viendo a Stalin
y Churchill hablando de la guerra
contra los nazis (“Un mundo en guerra”, Mega) y hagamos odiosas e inevitables
comparaciones entre Cleopatra y santa Juana de Arco (“Mujeres que
hicieron historia”, La 2). Es difícil ver un documental sobre Cleopatra sin
fijarse en la actriz que encarna a la última reina de Egipto, de forma que el
mito de Cleopatra (su belleza, su nariz, sus encantos) nos distrae del enorme
proyecto político que una inteligentísima mujer intentó llevar a cabo con Marco Antonio. Y también es muy difícil
ver un documental sobre santa Juana de Arco sin sufrir una indigestión de
tópicos medievales mal cocinados.
Cleopatra es “la” mujer del mundo
antiguo y santa Juana de Arco es “la” mujer del mundo medieval, pero no sólo
los mitos y los tópicos han devorado a la reina de Egipto y a la doncella de
Orleans, sino que en los documentales la belleza de Cleopatra suele ser más
importante que sus objetivos políticos y la misión divina de santa Juana acostumbra
a eclipsar a otras mujeres medievales mucho más fascinantes. Necesitamos
documentales sobre Cleopatra que no estén obsesionados con el mito de
Cleopatra, y documentales sobre mujeres medievales que vayan más allá de los
tópicos alrededor de santa Juana de Arco. Un documental sobre Aspasia de Mileto, por ejemplo, no
necesitaría que nos fijáramos en su nariz, del mismo modo que un documental
sobre Eloísa no exigiría referirse a
las “voces” que santa Juana aseguraba escuchar. Cuando Eloísa pide al filósofo Pedro Abelardo que componga una regla
para ella y sus monjas, critica las establecidas por los Padres de la Iglesia para la práctica
monástica, que sólo tenían en cuenta las necesidades de los hombres (¿qué será
de las “túnicas de lana ceñidas a la carne” durante la menstruación?). Aspasia
no tenía una nariz famosa y Eloísa no escuchaba “voces”, por eso son tan poco
conocidas. Lo más triste es que, como sucede con ciertos documentales, algunos
tertulianos televisivos están más pendientes de las narices de las mujeres que
de sus ideas y prestan más atención a las “voces” que a las palabras. Así nos
va.
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