Bravo por la Junta Electoral Central. El miércoles pasado
estableció que el debate entre nueve partidos políticos no debía realizarse a
las tantas como quería TVE, sino en horario de máxima audiencia. La pluralidad
política recibió así la importancia que tiene, y, de regalo, al cambiar la
parrilla de programación del día le paró los pies a Bertín Osborne. Con la falta que hacía. La Junta Electoral Central le
cogió por las orejas, le sacó del horario de máxima audiencia y le puso de
patitas en las doce de la noche. Bertín se escondió por miedo a que se le
acabara el chollo, pero le encontraron debajo de la cama abrazado a uno de sus
cojines amarillos. Es bueno que nos recuerden que la Corporación de RTVE no es
privada, así que quienes la dirigen podrán hacer con ella casi lo que les da la
gana, pero no del todo. Hay límites. Una gran y costosa televisión pública pagada
entre todos nosotros conlleva una gran responsabilidad con todos nosotros.
TVE puede ir dando cancha a quienes le apetezca para que
hagan programas todo lo rancios que quieran: Ernesto Sáenz de Buruaga, José
Luis Moreno, Ramón García, Los Morancos o Bertín Osborne. La mayoría fracasa, pero eso no les preocupa: se
retira el cadáver y ya está. Como pasa en la Selección Natural, solo hay que
esperar a que alguna variación rancia resista para que el afortunado superviviente
renueve contrato para dárselas de triunfador. Como ocurrió, tras los
estrepitosos fracasos de “Así de claro”, “La alfombra roja”, “El legado” y
“Jugamos en casa”, con “En la tuya o en la mía”.
La gestión de la cosa pública, la política en definitiva,
pasa por establecer que un debate electoral abierto y plural se emita a una
hora accesible y cómoda para los ciudadanos. Pero pasa también por poner en
segundo término a Bertín, su mujer, su hijo, su casa, su piscina y lo bien que
lo pasen cocinando un “León come gamba” que nos sale a precio de tres estrellas
Michelín.
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