Se abre la veda. “El intermedio” ya puede utilizar el
discurso navideño del rey para hacer vídeos manipulados. Wyoming, prudente, lleva años conteniéndose para evitar que, si
luego coincidiera que le pasara algo al rey en una juerga, Hermann Tertsch le demandara. Los espectadores, ilusionados,
llevamos años esperando verlos para comprobar si el rey queda mejor en un
montaje con el padre de Jesulín
llorando, Carmen de Mairena
desbarrando o El Cuñao
descojonándose. Pero tanta prudencia y tanta espera han llegado a su fin
gracias a que TVE, una vez más en su función de servir de referente audiovisual
abriendo nuevos caminos televisivos a los demás canales, ha roto las cadenas de
la autocensura haciendo bromas con ese mensaje institucional tan importante que
recoge más de diez minutos seguidos de trabajo del rey.
Si ante el escenario de mayor lujo y ostentación de la
historia de los mensajes navideños, TVE se permite decir que “la sobriedad ha sido la nota dominante”,
y si TVE se permite añadir que el rey “sentado
en mitad del Salón del Trono, ha prescindido de adornos superfluos”,
entonces todo vale. Hasta aquí hemos llegado, que diría Rajoy. Que la sobria Carmen de Mairena, repleta
de esos adornos necesarios y ninguno superfluo que la caracterizan tan propios
del Salón del Trono de un Palacio Real, responda lo que quiera. Y si desea
hacerlo sentada en el Salón del Trono de su casa, pues que lo haga, que se note
que el rey es como uno más y que Carmen de Mairena dispone, como él y como
todos los españoles, de su propio Salón del Trono para cuando la necesidad
aprieta.
Qué bien lo supo ver la llegada de los nuevos tiempos la
grandiosa Maruja Torres, que tras
las primeras imágenes del mensaje real en el Palacio Real tuiteó “He soñado que vivía en Versalles”, y
que remató la fiesta así: “Ah, tenemos un
rey simple, perdón, sencillo y grandioso a la vez. Estoy que no quepo en la
taza del inodoro”.
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