Existe una serie documental
titulada “Las grandes batallas de tanques”, y se emite en el canal Odisea.
Duele. Muchos veríamos con interés y sin problemas intestinales un documental
sobre las grandes batallas navales de la antigüedad o los grandes asedios en la
Edad Media porque la antigüedad y la Edad Media tienen la enorme ventaja
dramática de que están tan lejos de nosotros que sus guerras ni huelen ni
duelen. Otra cosa es una batalla de tanques que está ahí al lado, justo a la
vuelta de la esquina de la historia. Sin embargo, el olor y el dolor de una
batalla de tanques en la guerra del Vietnam no debería impedirnos entender
alguna que otra lección como, por ejemplo, la siguiente: “Los tanques americanos no fueron rivales para las tácticas no
convencionales de los comunistas”. No sólo un artefacto casero en una caja
de madera podía inutilizar un tanque, sino que los tanques estadounidenses no
servían de nada ante un ejército norvietnamita que desaparecía bajo tierra con
la misma facilidad con la que un marine abría una lata de Coca-Cola. ¿No hemos
aprendido nada de los documentales sobre las grandes batallas de tanques que
emite el canal Odisea?
¿Nuestros políticos van a cometer
los mismos errores que cometieron los estadounidenses en Vietnam? ¿Queremos
utilizar aviones de guerra carísimos contra baratísimos cinturones explosivos
que se llevan por delante a unos ciudadanos que disfrutan de un café en una
terraza de París? ¿De verdad vamos a solucionar el terrorismo poniéndonos de
acuerdo en bombardear más y mejor a unos tipos que desaparecerán bajo tierra
con la misma facilidad con la que Bertín
Osborne pasa de entrevistar a la nieta de Franco a charlar con el
secretario general del PSOE? Nadie tiene ni idea de lo que hay que hacer frente
a la barbarie, así que propongo arrojar sobre eso que llaman “Estado islámico”
miles de DVDs con el capítulo de “Big Bang” en el que Sheldon Cooper explica a Penny
qué es la física enviándola a una cálida tarde de verano del año 600 a. C.,
cuando ha acabado sus compras en el mercado local o ágora. La fascinante
aventura intelectual que comenzó en una tarde de verano en Grecia no debe concluir
en una masacre en las calles de París. Las bombas no pueden derrotar a los
cinturones explosivos, pero la geometría
de la razón sí. O puede que no, pero confío más en el “Big Bang” que en el
“Bang”.
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