Fabricados en las propias granjas-criadero
de Mediaset, sus trabajadores y colaboradores son especialmente diseñados para
encajar en sus cadenas de montajes como las piezas de un engranaje
perfectamente ajustado. Eso garantiza que el negocio nunca se detiene. La
empresa no padece desabastecimiento de mano de obra ni se sufre la huida de
personal a la competencia, en cuyo modelo televisivo resultaría inservible. Su provechoso
proceso de producción perfecciona aquel en el que Aldous Huxley fabricaba los felices, eficientes y sumisos
trabajadores semienanos Épsilon menos de “Un mundo feliz”. El procedimiento es
sencillo, barato y viceversa.
Una vez fecundados por el consumo
frecuente de telebasura en Telecinco, los candidatos son introducidos en diferentes
programas incubadora y se les somete al método Vasile. Allí crecen sumergidos
en un nutritivo caldo de cultivo enriquecido con gritos, polémicas, líos
familiares, amenazas, alianzas, insultos, denuncias, reconciliaciones, hormonas
desbocadas y operaciones de cirugía estética. Al final del proceso, los
laboratorios de rentabilidad evalúan los índices de audiencia resultantes. Un
análisis matemático favorable de las curvas de rendimiento les proporciona su
primer contrato serio. Su posterior vida laboral irá dependiendo de los mismos
parámetros.
Disponer de sus propias
granjas-criadero evita la conflictividad laboral porque cualquier pieza puede
ser sustituida por otra sin que el sistema se resienta. Amador Mohedano, Rosa Benito
y el último mono del penúltimo “Gran hermano” pueden enfadarse con Mediaset y
marchar si quieren, pero no tienen donde ir a trabajar o a contar su vida
denunciando lo mal que han sido tratados (que para ellos es lo mismo). Fuera de
la cadena amiga hace mucho frío. Su único camino es volver, sumisos y felices,
al útero materno en un especial “Sálvame deluxe”. Si su rendimiento es bueno,
siempre se puede negociar un nuevo contrato que permita seguir fabricando soma
barato para emitir en abierto.
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