Me gusta el anuncio de la lotería
de Navidad de este año. Tanto, que también me ha hecho apreciar el del año
pasado. Tanto, que me ha ganado para su causa. Tanto que voy a cambiar mi arisca
actitud hacia la lotería de Navidad.
Los anuncios de años anteriores
sí que eran malos. La Caballé dando
miedo y el calvo aquél dando pena no invitaban a participar en la fiesta de la
lotería. Pero este año el muñequín de Justino
sí que lo hace. Anima a uno a involucrarse en el sorteo porque la historia que
cuenta llega al alma. El tío anda por ahí, a su bola, haciendo lo que le sale
de las narices, jugando con los materiales de la fábrica en la que trabaja,
desordenándolo todo, pasándose las medidas de seguridad en el trabajo por el
forro, no haciendo ni puñetero caso al ofrecimiento de los compañeros de
trabajo para que se rasque el bolsillo y participe con todos en la compra de
lotería. Sin embargo, cuando se produce el sorteo se encuentra con que no solo no
le despiden por inconsciente ni se queda sin amigos por insolidario, sino que han
puesto el dinerito por él para comprarle un décimo y encima se lo regalan cuando
ya saben que está premiado. Un chollo.
Pues me apunto. Ya que el mayor
premio es compartirlo, me comprometo a no gastar un euro en lotería de Navidad,
a no comprar el mismo número al que jueguen mis compañeros, amigos, conocidos,
familiares y vecinos con el noble fin de hacerles felices a todos permitiendo
que sean ellos los que paguen la lotería y me la vayan regalando según va tocando.
Espero, ya puestos, que estrenen pronto el anuncio de las burbujas Freixenet de
este año y también enseñen la ilusión de compartir para poder beber cava con
todo el mundo y sigan pagando los demás.
Este año sí que tengo ganas de
que llegue la turra del sorteo. Me voy a hacer tiempo al trabajo a ver si
encuentro por algún rincón unos cuantos muñecos con los que entretenerme
jugando a la fiesta de los maniquíes.
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