Tenía que pasar. Tenía que llegar
el momento en que se hiciera evidente incluso para quienes trabajan en
“Cámbiame” que hay que cambiar “Cámbiame”.
Conchita se puso en manos del programa para que la cambiara. El
equipo habitual de cambiadores de “Cámbiame” se puso a cambiarla tras hacer los
habituales comentarios rebosantes de afectación con los que les gusta darse
importancia. Échenle valor poniéndose en antecedentes con la letra de la
cabecera del programa: “Me cansé de sentir
que no valía. Y mis lágrimas rodaron por mi piel, me miraba en el espejo y no
me hallaba. Yo era solo una sombra del ayer. Cámbiame te pido, vísteme de
reina, ponme unos tacones, píntame y hazme bella, cruzo la pasarela”. Pues
algo falló porque la señora no quedó conforme. Cruzó la pasarela y no se vio ni
bella ni reina ni nada. “Tú no querías un
cambio de estilo sino un cambio de vida”, le replicó una estilista. ¿Pero
no es la idea tramposa del programa precisamente que cambiar de aspecto es
cambiar de vida? Esto dice la web del programa: “¿Dejar de ser un patito feo para convertirte en un cisne? Si quieres
cambiar tu aspecto y tu vida, apúntate al casting de 'Cámbiame'. Un doble
objetivo: potenciar al máximo la imagen de los aspirantes y brindarles la
oportunidad de convertirse en la persona que quieren”.
En fin, vamos a lo que vamos. El
problema gordo de “Cámbiame” no es si a Conchita la habían maquillado, peinado
y vestido bien, sino que el equipo de estilistas maquilla, peina y viste porque
solo saben maquillar, peinar y vestir, pero dejan a la gente marchar igual que
llega. Conchita, por ejemplo, marchó tan tonta como llegó: ¡pensando que no
merece fregar suelos porque eso es denigrante! Cuando de verdad hay que cambiar
algo, y mira que hay cosas que cambiar, un equipo de estilistas no sirve para
nada sustancial. Es mucho más eficaz ponerse en manos de auténticos
profesionales del cambio yendo a estudiar a la escuela.
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