Hoy paso de ver “Salvados”. Y eso
después de estar medio año esperando la vuelta del programa obligatorio para
cualquiera que quiera sacarse el carnet de “Telespectador que aspira a usar la
tele como la potentísima herramienta de comunicación y cambio social que es y
no solo para ‘desconectar un rato’ como dicen justamente las personas que se
pasan la vida desconectadas”. No se trata de una venganza porque Jordi Évole haya abandonado El Terrat
de Buenafuente. Tampoco es resultado
de que no voy a tener tiempo porque voy a estar el día entero riéndome porque hoy
vuelve a quedar claro que “Cuarto milenio” es un programa pijo para mentes en
barbecho que ponen los ojos en blanco cuando hablan de sus “experiencias con
fantasmas”, algo de lo que trata hoy Fríker
Jiménez y que, claro, coincide con las tonterías egocéntricas que contó muy
compungida el otro día una concursante de “Gran hermano” para ganar
protagonismo.
¿Julio Iglesias en “Salvados”? Arrimarse a una figura prestigiosa y
consagrada para aprovechar su tirón y lanzar un producto es una vieja treta a
la que Évole no debería haberse prestado. Si don Julio tiene nuevo disco o
nueva gira o lo que quiera vender no es el problema del ex Follonero. Que se
las apañe como pueda el señor truhán, pero que deje en paz el prestigio de
Jordi. Mira, que vaya a “El programa de Ana Rosa” o a “Amigas y conocidas” y
que recuerde allí a su público que esa forma de hablar semivocalizando es marca
suya y no de Carmen Lomana.
¿Un “Salvados” de quince minutos?
Por favor. Los seguidores de “Salvados” sabemos cuánto nos gusta y esa duración
no mola. Tras la chapa de promoción que aguantamos con Julio saliendo todo el
rato en laSexta, bastaría con quince segundos. Pero, por supuesto, el domingo
que viene veremos ansiosos el estreno de verdad de la primera entrega de verdad
de la nueva temporada de verdad del “Salvados” de verdad con una duración de
verdad. Y no, no pienso terminar el artículo diciendo “Y lo sabes”.
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